Me había hecho a la idea de estar hoy
solo, pues ni los más habituales los jueves (Marisol y Marga) podían acudir al
portal de la Consejera por diversos motivos. Mairena me había asegurado al
salir de casa que seguiría con mi hija Bego, que hoy emprendía viaje de regreso
a Madrid, pero que también estaba conmigo, que cómo lo dudaba si somos los que
leemos y amamos a Mairena quienes le damos vida, ojos, aire y razón de existir.
Hoy ha sido el encargado mismo de la
cafetería el que se ha acercado a mí mientras degustaba un cortado para decirme
que estaba invitado. Con su mirada y sus gestos, más un ligero toque en el
hombro tras del que se adivinaba un tímido abrazo, quería transmitirme su ánimo
y solidaridad. “¿Ves?”, me ha dicho Mairena al salir de nuevo a la calle, “cala
y cala en la gente lo que estás haciendo”.
Tras un rato de placentera soledad, a
pesar del frío, me ha llegado otro regalo hasta el portal de la Consejera:
Maite, mi amiga de la maravillosa risa. Con ella he estado casi toda la mañana,
saludando y charlando también con los muchos viandantes que hoy deambulaban por
la calle Alfonso. “Tengo un regalo para ti”, me ha dicho Maite, y hemos
escuchado juntos su regalo: “My way”, interpretado por Frank Sinatra, que ha estado sonando, si así lo has decidido, al principio del Diario de hoy. Mientras
lo escuchaba, agradecido, me ha parecido ver a Maite bailando a unos metros de
altura con el propio Sinatra.
Un ratito antes de marchar a casa, Charo
ha relevado a Maite en el portal. Charo es una gran mujer y una gran luchadora
por los derechos humanos, particularmente de los más desfavorecidos.
En mi corazón sentía la jornada de hoy
como una reanudación especial del camino emprendido hace siete meses y medio.
Hoy he tenido la certidumbre de que el horizonte consiste en el camino mismo,
de que la meta desfila cada día ante mis ojos en cada ser humano que ha
comprendido que su vida nunca está completada, pues vivir mismo es un perpetuo
hacerse humano entre humanos. Estoy en ese portal de la Consejera de Educación
porque reconozco en cada persona su humanidad, porque creo que la verdadera
educación es la invitación cordial a que cada un@ re-conozca su humanidad en sí
mism@ y en l@s demás, de tal forma que el mundo se vaya haciendo cada vez más
humano, libre, sostenible y solidario.
Un hombre de unos treinta años se ha
acercado hasta mí y me ha sonreído. Llevaba en la cabeza una especie de gorro
andino y su acento era marcadamente escocés. Portaba debajo del brazo una guitarra.
Se ha sentado en el suelo, frente a mí y ha comenzado a cantar Through the Dark.
Su nombre es Alexi Murdoch
Hasta mañana
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