Publicado hoy en El Periódico de Aragón
Todo el mundo se quedó mudo por el asombro o la vergüenza
cuando se enteró de que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, había declarado públicamente que la ideología
sustentada por el PP y la reforma laboral
perpetrada igualmente por el PP son las que “más progreso han traído a
la humanidad”. Algunos optaron por la ironía y otros por los improperios y las
descalificaciones personales, pero pocos se pararon a pensar en el verdadero
meollo de la cuestión: qué entiende el PP por progreso, y si esa idea de
progreso es la que está llevando a que en este país los ricos sean cada vez más
ricos y el resto, cada vez más pobres. Quienes se detuvieron a pensar y
analizar críticamente la frase de Ana Botella estaban dando en la diana de pleno,
estaban haciendo filosofía.
La LOMCE o Ley Wert, recientemente aprobada, dice pretender,
como su propio acrónimo indica, “la mejora de la calidad de la educación”, lo
cual presupone que ya hay calidad y que el PP es capaz de indicar el camino
para mejorarla. Para ello refuerza las denominadas “competencias básicas”:
Lengua, Matemáticas (en
Finlandia se dan menos horas de Matemáticas que en España y sus notas son
bastante mejores)
y Ciencia, materias sobre las que el Informe Pisa nos examina/suspende sucesivamente
(¿quién examina el examen del examinador?). Se insiste, pues, en las
asignaturas “troncales” (más horas a la semana tropezando en la misma piedra),
y al alumnado sigue sin gustarle leer, escribe mal, y es una fuente de puestos
de trabajo, pues muchas familias se gastan el poco dinero que tienen en
academias y profesores particulares de refuerzo con la esperanza de que sus
hijas e hijos dejen de suspender o de sufrir en matemáticas y ciencias.
Según la LOMCE, ahora es el “mundo productivo” el que debe
señalar qué y cómo enseñar y estudiar. El saber ha de ser “instrumental”, ha de
ser útil, servir para algo, como las lavadoras, los televisores, los bolígrafos
o los móviles. El mundo de la empresa señala qué investigar, qué saber y qué no
saber. Hay que dejarse de “marías”, de materias que “distraen” (como un día
nefasto dijo el nefasto ministro Wert),
hay que centrarse en “lo básico”, nada de cultivar disciplinas que fomentan y
animan el buen gusto, la sensibilidad, el disfrute de conocer, la inteligencia
emocional. La empresa y el mundo productivo son los que mandan, y lo que menos
les interesa es que el ciudadano piense. Por eso no quieren filosofía en el
currículo, por eso la reducen a tan poca cosa en la LOMCE, la ley sobre
educación del PP. Los amos dictan y los siervos obedecen.
La LOMCE elimina la asignatura obligatoria de Ética de
cuarto de la ESO, poniendo a cambio una asignatura para el alumnado que no este
matriculado en Religión: “Valores Culturales y Sociales” en Primaria y “Valores
Éticos” en Secundaria. O religión o valores culturales y sociales, en Primaria.
O religión o valores éticos, en Secundaria. El PP ha dado una vuelta de tuerca
más hasta llegar al absurdo. Kant
confiesa al final de su Crítica de la Razón Práctica que hay dos cosas que llenan su ánimo de admiración
y respeto, cuanto con más frecuencia y empeño reflexiona sobre ellas: el cielo
estrellado sobre él y la ley moral en él. El presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, su ministro Wert, han
hecho de esa inefable ética kantiana una simple y vulgar “alternativa a la
religión”.
Igualmente, la filosofía se
convierte en una mera optativa en 2º de Bachillerato de Humanidades, y solo
pervive en 1º de Bachiller. Grandes sabios y personas de altura intelectual de
primer orden han dedicado su vida a pensar y escribir sobre libertad, verdad,
persona, bien-mal, error, religión, poder, alienación, humanidad, emancipación,
revolución, etc. Con la boca pequeña la LOMCE declara la filosofía asignatura
de segundo orden. En realidad, la LOMCE y los inspiradores de la LOMCE la
consideran peligrosa. El ciudadano debe consumir y cumplir las leyes (sean
cuales fueren). El ciudadano no debe pensar. La escuela debe aquietar, no
inquietar (no dejar quieto) el espíritu libre y crítico de quien aprende. Por
eso, cuanto menos se imparta en las aulas, mejor.
¿Cómo concebir una verdadera
democracia sin una ciudadanía que piense de forma autónoma, libre y crítica? El
último dictamen del Consejo de Estado recomendaba conceder más importancia a la
Ética, la Educación para la Ciudadanía y la Filosofía, pero el peso del mundo
de la empresa y de los intereses creador del poder han dejado tal recomendación
en agua de borrajas. Cada inicio de
curso decía a mis alumnos que esperaba que durmieran cinco minutos menos cada
noche, mientras durara el curso, por la emoción de tener filosofía al día
siguiente. Quería así transmitirles que pensar puede ser una aventura diaria
apasionante, y que intercambiar puntos de vista constituye el eje principal de
la humanidad individual y social que hay en cada persona. No otra cosa es y
debe ser la filosofía. Y por eso el PP la estrangula en su LOMCE.
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