Durante más de veinte años de
gobierno socialista he estado esperando que los socialistas movieran ficha
(una, una sola, al menos) respecto de las relaciones del Estado Español con el
Estado del Vaticano (llamado, a conveniencia, también iglesia e iglesia católica).
Pero ha sido en vano. Incluso el Gobierno socialista de Zapatero les subió del
0,5% al 0,7% la cantidad asignada a la iglesia católica en la Declaración del
IRPF. He visto cada año al alcalde socialista de Toledo jurar solemnemente
defender el dogma católico de la Inmaculada Concepción. He visto a los
mandatarios socialistas besar las manos de Papas y obispos, hincar la rodilla,
rendir pleitesía a los presuntos representantes de dios en la tierra. He visto
a mi alcalde, Juan Alberto Belloch, pasearse obedientemente en procesiones,
asistir a misas solemnes, platicar campechanamente con el arzobispo, dedicar
una calle a Escrivá de Balaguer e incluso condicionar su cargo de alcalde al
mantenimiento de un crucifijo del siglo XVII cada vez que se celebra un Pleno
municipal. Jamás he visto protestar, desmarcarse, criticar públicamente algunas
de estas actitudes y acciones. Los ediles socialistas han votado siempre lo que decía su alcalde, salvo
en la votación de la calle que una concejala hizo la heroicidad de no asistir
al Pleno.
El Concordato de 1953 de Francisco
Franco Bahamonde jamás ha sido derogado. Los Acuerdos de 1979, con no pocos artículos anticonstitucionales y
flagrantemente en contra del principio constitucional de todos los españoles
ante la ley, con privilegios para con los eclesiásticos de imposible justificación, no ha sido tocado en una sola coma
salvo para aumentar tales privilegios y
ceder antelas presiones eclesiásticas.
Ahora los socialistas consideran que
ha llegado el momento de poner punto final al acuerdo con el Vaticano. Para
ello presentan en el Congreso una Proposición no de Ley a fin de “instar al Gobierno a realizar tres acciones
que tienen que ver con la libertad religiosa en España”. ¿Ahora sí? ¿Qué les ha
ocurrido ahora que no les sucedió, al
parecer, en veintitantos años de gobierno? ¿Son creíbles? ¿Alguien les cree?
Afirman los socialistas que si el PP
la rechaza, entrará en el programa electoral del PSOE, como si denunciar el
Concordato y los Acuerdos necesitase el condicionante de que lo acepte o lo deje de aceptar cualquier otro partido político.
Ahora, de repente, los socialistas lo quieren todo, como si hubiesen bajado
abruptamente del caballo, a modo de Saulo: a) la denuncia de
los Acuerdos entre España y la Santa Sede; b) presentación, en el plazo de seis
meses, de un proyecto de Ley Orgánica de Libertad Religiosa y c)
establecimiento de un Protocolo Civil para todos los actos solemnes organizados
por los órganos del Estado en el que se garantice su aconfesionalidad. ¿Acaso
no es para cabrearse? ¿No huele a puro electoralismo, a “tacticismo político”?
Salen los socialistas ahora con que
los Acuerdos (nunca hablan de un Concordato franquista, aún no derogado
explícitamente) son “preconstitucionales” (anteriores a 1978; es decir,
anteriores a esos veintitantos años de Gobierno en que nada hicieron al
respecto). Dicen también que sus exigencias laicas se deben ahora a que la
sociedad ha cambiado mucho, ha caminado hacia un “mundo más secular, incluso más laico” (la
distinción entre “secular” y “laico” es asombrosamente elocuente). Por lo tanto,
los socialistas concluyen que ese cambio “debe reflejarse en el ordenamiento jurídico”.
¿Ese cambio hacia el laicismo comenzó el 20 de noviembre de 2011,
el día en que el PP ganó las elecciones?
La vicesecretaria general del PSOE,
Elena Valenciano, en un alarde de juegos malabares de difícil parangón,
pretende contestar a la cuestión de por qué ahora, y no cuando gobernaban
aduciendo el siguiente “argumento” (¿?): en su opinión “muchas de las recientes
actuaciones del gobierno del Partido Popular han cambiado esa situación”, ya
que “en algunas de las más importantes iniciativas legislativas de este
Gobierno se reconoce claramente la influencia directa de la jerarquía
eclesiástica”, por lo que “no lo hicimos entonces (cuando gobernaban), pero
creemos que ahora es el momento”.
Es
decir, más o menos, como lo de la indemnización en diferido de la secretaria
general del PP, María Dolores de Cospedal.
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