Al poco tiempo de estar ante el
domicilio de la Consejera de Educación, he pedido a dos chicos jóvenes que me
ayudasen a pegar dos carteles sobre el muro que flanquea el portal. Después, el
desfile de cada día de gente y gente.
No puedo evitar que me duela
mucho por dentro cada vez que se niegan
a agarrar la octavilla que les ofrezco, mucho más si percibo hostilidad o
cerrazón de mente manifestada. He pensado estos días mucho sobre eso. Mañana
escribo expresamente sobre esas vivencias.
Se han acercado Maite (de Stop
Desahucios), conocida de mil batallas, y Ana, geóloga con trabajo recién
estrenado. Hemos hablado de muchas cosas, nos hemos animado mutuamente y nos
hemos deseado todo lo bueno del mundo y de la vida.
Después, he saludado a Ana, de
Marea Blanca, comprometida por la lucha por una sanidad pública de calidad.
Entre otras cosas, hemos hablado mucho de Ana Cuevas, actualmente en huelga de
hambre en el conflicto del personal de limpieza de los centros públicos de
salud.
Y después, un compañero de
filosofía, ya jubilado, que volvía de la FABZ, tras organizar alguna movida que
otra.
Un hombre se ha encarado con
furor en defensa de la LOMCE o ley Wert.
Otros sacudían la cabeza, denegando mi presencia y mi ofrecimiento. Pero ese es
un riesgo que está incluido en mi presencia en una calle tan céntrica de
Zaragoza.
A la vuelta, Sergio tocaba la
guitarra y cantaba en esa misma calle entre la indiferencia general. Me he
acercado a él y le he dicho que hace muchos años yo hice lo mismo que él en
calles alemanas y pubs madrileños. Sergio es malagueño y está organizando un
grupo de flamenco rock en Zaragoza. Nos hemos intercambiado direcciones de
email y Facebook. Y le he dado el poco dinero que llevaba. Me he quedado con la
calderilla.
Al cruzar la calle Coso, camino
de la plaza de España, Sergio y Esmeralda me han saludado, pues habían aceptado
una octavilla cuando pasaban por donde yo estaba antes en la calle Alfonso.
Tienen tres hijos que viven con una de
las abuelas en Teruel. Ellos hacen muñecas muy rudimentarias, que venden a tres
euros. Su vida es algo más que complicada. Me han vendido una muñeca a cambio
de la calderilla que me quedaba.
Mañana quiero escribir sobre los
rostros, las miradas, los ademanes de la gente de la calle Alfonso cuando leen
los carteles y les ofrezco una octavilla.
Mi hija está en Huesca. Por la
tarde viaja a Madrid. Mi hija es una verdadera maravilla para mí. Gracias a la
vida que me ha dado tanto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.