Hoy he visto otros rostros y
otras miradas: pertenecen al personal de limpieza de los hospitales y centros
de salud públicos, en huelga desde hace varias semanas. Y especialmente a las
tres personas (Ana, José Luis, Ángel) en huelga de hambre ya desde hace seis
días. Conozco sobre todo a Ana, menuda, todo empuje y nervios, resuelta hasta
donde se proponga. Su cara revela todos esos días sin ingerir comida, está más
delgada y sus ojos verdes preciosos brillan menos. Fuma y fuma fuera del
hospital, y me quedo asombrado de su energía. Llega, por ejemplo, un inspector
de trabajo, y sube rauda con una compañera a ver qué pasa. Después informa,
responde a las llamadas incesantes de su teléfono, explica a toda la gente que
nos vamos acercando al local que ocupan los/las huelguistas para darles un
abrazo, para infundirles ánimos, para aprender cómo se vive y se lucha
incondicionalmente.
Ana sale conmigo a la vera de
Urgencias del Hospital Clínico, donde se hallan, trabajan y duermen en un local
pequeñito, y me explica cómo van las cosas. Van a continuar luchando por el
mantenimiento de sus condiciones laborales y no ser engullidos así por las
fauces insaciables de la Ley Laboral del PP. Hasta la extenuación. Hasta el
final. Y la escucho y siento ganas de abrazarla, de cuidarla. Es mi amiga y es
mi hermana. La quiero así, pero también la quiero salva.
Volviendo a casa, caigo en la
cuenta de que nada tengo que escribir ya sobre la gente que cada mañana, de
lunes a viernes, desfila ante mí por la calle Alfonso I de Zaragoza.
Simplemente, agradezco las maneras y actitudes buenas y civilizadas, y me
producen tristeza las agresivas o las indiferentes. Al fin y al cabo, allí
estoy como un perroflauta más, sin flauta y sin perro, con una silla que me
asimila en la mente del viandante a los mendigos y marginales que habitan esa
calle, buscándose de mil maneras la vida.
Siento solo gratitud hacia todos
eso huelguistas del servicio de limpieza de hospitales y centros de salud
públicos de Aragón. Siento también preocupación por Ángel, José Luis y sobre
todo por Ana. Saben que estaré a su disposición en cuantas acciones emprendan
los próximos días.
¡La limpieza no se rinde!, es su
lema. Y yo, tampoco.
Fuerza y ánimo! Antonio.
ResponderEliminarGracias, compañero. Un abrazo
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