martes, 4 de junio de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 2


 Segundo día. Sin novedad. Idrissa, un senegalés que conocí en el juicio a Khalifa, se ha acercado para contarme que tiene una situación muy mala, que no ve perspectivas de mejora y que en esos momentos se dirigía al juzgado para hablar con una abogada que lleva el caso de un compañero detenido por desacato y violencia (en el momento de ser detenido; cuando huía de la policía un grupo de manteros en la calle Alfonso, donde nos hallábamos, él y otro más continuaron andando normalmente , pues no habían hecho nada y “tienen papeles”, pero dos policías de paisano se arrojaron sobre uno de ellos, lo arrojó al suelo y lo esposó –“aquí,  en este mismo portal”, me decía Idrissa. Ahora está detenido no sé dónde. No supe qué decirle. Vino otro senegalés, y se fueron juntos. Yo me quedé allí, con mi impotencia, pensando en Abdullaye, Khalifa, Idrissa, Amina…
Nada más salir de casa, me puse a escuchar por mis auriculares las sinfonías de Beethoven. Comencé por la Primera. Cada vez que había una interrupción, pasaba a la siguiente. Iba por la Sexta, cuando se acercaron dos chicos jóvenes, estudiantes de Derecho, para decirme que les parecía muy bien lo que estaba haciendo y si podían hacerme una foto. Estuvimos hablando un buen rato. Otra vez, iba por la Cuarta, una chica me sacó una foto y entonces le pedí que me hiciese otra con mi móvil. Es esta, con el perroflauta motorizado en el portal del domicilio de la Consejera de Educación.

Al pasar, algunos asentían, otros lanzaron un pequeño discurso desde media distancia en contra del Gobierno o de los políticos en general. Yo les miraba y procuré no decir nada. Hoy han vuelto a desfilar ante mi cartel (“Escuela Pública, sí: Recortes, no”) centenares o miles de personas durante esa hora y media. Por dentro me bullía sin descanso la misma pregunta: ¿a qué esperan? ¿creen que la cosa no es tan grave? ¿que no va con ellos? ¿a qué esperan? El país entero está cambiando de rumbo, de identidad, de dignidad a cambio de indignidad. ¿A qué esperan?
Hoy me he sentido especialmente tranquilo y en paz. Mi espíritu estaba sereno y sosegado. En el segundo movimiento de la Tercera, he cerrado los ojos, y he soñado por unos momentos que ese cartel, ese mensaje, era muy contagioso, y pronto estaríamos en aquella calle, ante aquel portal, centenares, miles de personas reivindicando nuestros derechos y nuestra humanidad.

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