Extraido del “Pequeño correo del
blog” de Mélenchon
Se ha puesto en marcha el gran asunto de este nuevo siglo en Europa: la anexión por los EEUU de nuestras democracias ya estrepitosamente derrumbadas. Es el comienzo de las negociaciones para la constitución de un mercado único transatlántico liberalizado. Años de alerta no han servido de nada. El espeso manto mediático-político ahogó el ruido de botas de los “trusts” yankis. De golpe, tras años de discreta preparación, todo se empaqueta. Con una simple declaración de Obama aprobada por Merkel y después de una visita tan solemne como formal de los androides Van Rompuy y Barroso, la máquina ha comenzado a funcionar. La Comisión Europea va a dotarse de un mandato de negociación. Ésta comenzará en Julio.
Dividiré mis explicaciones en dos capítulos. Uno describe sumariamente lo que está en juego con el contenido del tratado; el otro analiza el contexto de las fuerzas políticas en esta cuestión. Invito calurosamente a mis lectores a prestar atención a los hechos. Este asunto va a pesar sobre nuestra actividad política durante meses, y quizás incluso durante años. No se puede combatirlo sin formarse una clara opinión al respecto; es necesario comenzar inmediatamente un trabajo de educación popular de masas para conseguir este propósito. En Sudamérica, la llegada al poder [de gobiernos de izquierdas] permitió que un tratado equivalente a éste fuese enviado a la papelera en el último momento. Sea como sea, es necesario ponerse a trabajar activamente ya mismo. En 2009 ya alerté sobre los peligros de este gran mercado transatlántico, que se trama desde hace diez años a espaldas de los pueblos. Un mutismo mediático total y una prudente ley del silencio en los partidos que participan desde el inicio en esta discusión, han protegido eficientemente diez años de negociaciones preliminares. Este vasto proyecto de liberalización de intercambios e inversiones, conoce en este momento una aceleración espectacular, sin que ningún pueblo europeo lo haya acordado y ningún gobierno lo haya nunca incluido en su programa electoral. Los arcanos de la UE debaten ya secretamente un proyecto de mandato que deberá ser otorgado por los 27 ministros de comercio a la Comisión el 14 de junio. La existencia de tal proyecto quedó atestiguada en la página del consejo de la UE con fecha 13 de marzo, bajo el número 7396/13, en un documento marcado como “no accesible”. Como los tratados confieren a la Comisión una competencia exclusiva en materia comercial, el Parlamento Europeo carece de potestad para contravenir ese mandato, y solamente tiene la posibilidad de emitir una opinión general acerca de estas negociaciones, por la vía de una “resolución”, como hace sobre tantos temas sobre los que no tiene ningún poder. Gracias a la web del periódico “L’Humanité” ha podido ser conocido esta semana tal proyecto de mandato secreto, que no existe más que en inglés. El consejo europeo de 7/8 de febrero se pronunció, con el aval de Hollande y sin que este dijese ni una palabra, “por un acuerdo comercial global UE/USA” y el día 13, siempre sin una sola palabra de Hollande, el nombre del nuevo acuerdo se decidió en Washington entre Obama, Barroso y Van Rompuy. ¡Un cosido a mano! Elproyecto se llamará: “Acuerdo de asociación transatlántica para el comercio y la inversión” (TTIP: Transatlantic Tradeand Investment Partnership) Obama y los dos dirigentes no electos de la UE han fijado como objetivo “acelerar la liberalización del comercio y las inversiones.” El mandato de negociación de la Comisión debe ser aprobado el 14 de junio por el Consejo de ministros de comercio, e inmediatamente podrán comenzar las conversaciones, tal vez en la Cumbre del G8 del día 17 como ha propuesto David Cameron. La liberalización del comercio apuntada por este acuerdo, afectará a todos los sectores de la actividad. El mandato secreto antes mencionado fija como meta la constitución de un “mercado transatlántico integrado” y señala la “liberalización del comercio de bienes y servicios y de la inversión” con “atención particular a suprimir las barreras reglamentarias inútiles” y exigiendo que el acuerdo sea “muy ambicioso, yendo más allá de los compromisos de liberalización de la OMC.”
¿Lo habéis comprendido bien?
Mirémoslo de más cerca. Esta operación liberalizadora conlleva muchos matices. En primer lugar, “supresión total de derechos de aduana”para los productos industriales y agrícolas. Ya sobre este asunto, el acuerdo es peligroso para los europeos: según cifras de la Comisión, la tasa media aduanera es del 5,2% en la UE y del 3,5% en USA. Eso significa que si los derechos caen a cero, USA obtendrá un provecho 40% superior al de la Unión. Esa ventaja para los productos fabricados en EEUU será amplificada por la debilidad del dólar frente al euro. Y este desequilibrio será demultiplicado por la debilidad ecológica y social de los costes de producción USA. En tales condiciones, aunque sólo sea por este aspecto cuantitativo, el acuerdo será una máquina de deslocalizar, que agravará el paro. La Comisión reconoce púdicamente en el estudio de impactos que solicitó, que esto implicará un “descenso importante” de actividad y de empleo en la metalurgia. ¡En la metalurgia!
Viene luego la parte no tarifaria del acuerdo. Y allí el impacto no es solamente en la producción sino también en el conjunto de las reglamentaciones de los países. El proyecto llama a “reducir los costes resultantes de las diferencias” en aquellas proponiendo“encontrar nuevos medios de evitar las barreras no tarifarias [es decir, las leyes] de limitar la capacidad de las empresas europeas y americanas para innovar y participar en la competencia en los mercados mundiales.” Barroso ha incluso explicado que “el 80% de los beneficios esperados de este acuerdo vendrán de la reducción del fardo de reglamentos y la burocracia.” Esto significa que los androides de la Comisión ven, en el acuerdo, la ocasión de ir aún más lejos de lo que lo hace ya la UE en la des-reglamentación. El“fardo”… había que encontrarlo. Para liberalizar el acceso a los mercados, UE y USA deberán hacer converger sus reglamentaciones en todos los sectores, pues las normas más duras son consideradas como obstáculos al libre comercio. Pero, contrariamente a lo que afirman la Comisión y sus papagayos liberales y sociodemócratas en el Parlamento, USA y Europa no tienen“normas de un rigor análogo, en materia de empleo y de protección del medio ambiente.” En efecto, los EEUU están hoy fuera de los principales cuadros de derecho internacional en materia ecológica, social y cultural; no suscriben muchas de las convenciones importantes de la OIT sobre derechos del trabajo; no aplican el protocolo de Kyoto contra el calentamiento climático y rechazan la convención para la biodiversidad, así como la de UNESCO sobre la diversidad cultural, y otros compromisos que los países europeos sí han firmado. Los modelos normativos estadounidenses son, en la mayoría de los casos, menos constrictores que los europeos. Un mercado común EEUU-UE liberalizado, tiraría entonces toda Europa hacia abajo. Si hace falta un ejemplo de las intenciones de los trusts norteamericanos, se puede tomar Bangladesh: las multinacionales europeas han acordado discutir las normas a aplicar en el futuro, según ellas, para no reeditar el horror que acaba de producirse. Las yankees no quieren oir hablar ni de discusiones ni de normas de ninguna clase.
Veamos ahora la lista de estragos previsibles. El primer impacto negativo será ecológico. El proyecto cuenta con las exportaciones como solución para relanzar la actividad y se opondrá a toda política que pueda permitir la reducción de la huella humana sobre la exósfera. Por el contrario, al aumentar el tráfico mercantil aéreo y marítimo a través del Atlántico, el esperado incremento de las exportaciones hará también aumentar las emisiones de gas de efecto invernadero. Y no creais que estoy cometiendo un exceso de celo, sin pruebas. La Comisión misma ha tomado conciencia del problema y estima el aumento limitado entre 4 y 11 mil toneladas anuales de CO2. No queda más que creerla. Pero por pequeño que sea, ese aumento será siempre demasiado importante. ¿No está comprometida la Unión, por el contrario, a reducir esas emisiones? ¿Es que la mano derecha debe ignorar lo que firma la izquierda? En razón de las diferencias mencionadas, este acuerdo será también una incitación al peor productivismo en detrimento de la calidad social y ecológica de los productos. Por ejemplo en materia de reducción de la polución automovilística; las empresas francesas han manifestado ya su desacuerdo, pues aunque insuficientes, sus esfuerzos para invertir en la fabricación de motores menos contaminantes serán entorpecidos o arruinados por la liberalización. Y en agricultura, el acuerdo expondrá a los europeos a la entrada de los peores productos del agro-negocio estadounidense: carne hormonada, aves lavadas con cloro, transgénicos… Sin hablar de que ellos ignoran las denominaciones de origen, que consideran nombres genéricos cuyo uso debe ser libre, lo que podría permitirles comercializar “Champagne”[o Rioja] hecho en California. Adiós todo el inmenso trabajo de valorización de los productos europeos. Alguien que se alegrará, será la ministra de Educación: no solamente hablar inglés, sino hacerlo mientras se bebe un Rivera del Duero de Tennessee. Esto no es todo. Sabemos que la negociación tratará también de “la política de competencia, incluyendo las disposiciones sobre concentraciones, fusiones y quiebras.” Y a quienes esperaban que los servicios públicos fueran excluidos, hay que precisar que “el acuerdo concierne también a los monopolios públicos, las empresas públicas y aquellas con derechos específicos o exclusivos” como también a “la apertura de mercados públicos a todos los niveles administrativos, nacionales, regionales y locales.” Pero el delirio no ha terminado, pues además se precisa que se deberá luchar contra el impacto negativo de barreras como los“criterios de localización.” Será imposible promocionar, por ejemplo, circuitos cortos en el aprovisionamiento de colectividades locales. Como suponíamos, el tema financiero es el principal en el espíritu de los promotores de este acuerdo. En materia de inversiones, el mandato pretende alcanzar “el nivel más alto de liberalización existente en los acuerdos de libre intercambio.” Deberán ser negociadas medidas específicas de“protección de los inversores” incluyendo un “reglamento de los diferendos entre Estados e inversores.” Detrás de estas formulaciones oscuras, se trata de dotar a los inversores con derechos especiales y procedimientos preferentes supranacionales, en su relación con otros sujetos sometidos al derecho de los Estados. Es la lógica seguida en el “acuerdo multilateral sobre inversiones,” AMI, que USA intentó imponer en 1998 y fue abandonada tras movilizaciones ciudadanas y la negativa francesa a aceptarlo. Otra buena noticia para financieros, el proyecto se pronuncia por una “liberalización total de los pagos corrientes y los movimientos de capitales.” ¡Ganga para las plazas financieras anglosajonas, las menos reglamentadas y las más especuladoras! Los gigantes del crédito hipotecario estadounidense podrán así vender sus créditos tóxicos en Europa, en iguales condiciones que en su país de origen.
Tal acuerdo sería unerror geopolítico histórico. Durante 10 años el Imperio vio sus esfuerzos de libre comercio mundial bloqueados en la OMC por la resistencia creciente de los países del sur. Atrayendo Europa a sus proyectos en un bloque que significaría el 50% de la producción mundial, USA intenta reconstituir su dominio en vías de derrumbarse ante China. Para ellos, se trata simplemente de poder continuar imponiendo su ley al mundo entero. El propio proyecto no lo esconde, al afirmar que las reglas comunes que se fijen entre USA y la UE deberán “contribuir al desarrollo de reglas mundiales.” Este acuerdo maduró al mismo tiempo que la teoría del choque de civilizaciones, de la que es su traducción geopolítica. Toda la civilización europea actual ha estado cimentada en las intervenciones del Estado. Pero de hecho este tratado será una anexión de Europa por los EEUU, no quedará nada del ideal europeo. Será una renuncia a la soberanía de los pueblos. Y no solo se destruirá nuestro presente sino que nuestro futuro quedará en suspenso, pues ¿cómo plantearse, después, objetivos europeos de armonización salarial o fiscal, o de cooperación reforzada, que son obstáculos característicos para la libre competencia? La prueba del funcionamiento coercitivo la da Canadá, demandado por muchos miles de millones de dólares, en razónde supuestas trabas puestas a aquella libertad de competencia. Significará, de hecho, la disolución de la UE en el mercado único de los EEUU. Nuestros amigos de América del Sur hicieron fracasar el ALCA, proyecto similar pilotado por Estados Unidos. Debemos imponernos el mismo objetivo.
http://www.jean-luc-melenchon. fr/
Se ha puesto en marcha el gran asunto de este nuevo siglo en Europa: la anexión por los EEUU de nuestras democracias ya estrepitosamente derrumbadas. Es el comienzo de las negociaciones para la constitución de un mercado único transatlántico liberalizado. Años de alerta no han servido de nada. El espeso manto mediático-político ahogó el ruido de botas de los “trusts” yankis. De golpe, tras años de discreta preparación, todo se empaqueta. Con una simple declaración de Obama aprobada por Merkel y después de una visita tan solemne como formal de los androides Van Rompuy y Barroso, la máquina ha comenzado a funcionar. La Comisión Europea va a dotarse de un mandato de negociación. Ésta comenzará en Julio.
Dividiré mis explicaciones en dos capítulos. Uno describe sumariamente lo que está en juego con el contenido del tratado; el otro analiza el contexto de las fuerzas políticas en esta cuestión. Invito calurosamente a mis lectores a prestar atención a los hechos. Este asunto va a pesar sobre nuestra actividad política durante meses, y quizás incluso durante años. No se puede combatirlo sin formarse una clara opinión al respecto; es necesario comenzar inmediatamente un trabajo de educación popular de masas para conseguir este propósito. En Sudamérica, la llegada al poder [de gobiernos de izquierdas] permitió que un tratado equivalente a éste fuese enviado a la papelera en el último momento. Sea como sea, es necesario ponerse a trabajar activamente ya mismo. En 2009 ya alerté sobre los peligros de este gran mercado transatlántico, que se trama desde hace diez años a espaldas de los pueblos. Un mutismo mediático total y una prudente ley del silencio en los partidos que participan desde el inicio en esta discusión, han protegido eficientemente diez años de negociaciones preliminares. Este vasto proyecto de liberalización de intercambios e inversiones, conoce en este momento una aceleración espectacular, sin que ningún pueblo europeo lo haya acordado y ningún gobierno lo haya nunca incluido en su programa electoral. Los arcanos de la UE debaten ya secretamente un proyecto de mandato que deberá ser otorgado por los 27 ministros de comercio a la Comisión el 14 de junio. La existencia de tal proyecto quedó atestiguada en la página del consejo de la UE con fecha 13 de marzo, bajo el número 7396/13, en un documento marcado como “no accesible”. Como los tratados confieren a la Comisión una competencia exclusiva en materia comercial, el Parlamento Europeo carece de potestad para contravenir ese mandato, y solamente tiene la posibilidad de emitir una opinión general acerca de estas negociaciones, por la vía de una “resolución”, como hace sobre tantos temas sobre los que no tiene ningún poder. Gracias a la web del periódico “L’Humanité” ha podido ser conocido esta semana tal proyecto de mandato secreto, que no existe más que en inglés. El consejo europeo de 7/8 de febrero se pronunció, con el aval de Hollande y sin que este dijese ni una palabra, “por un acuerdo comercial global UE/USA” y el día 13, siempre sin una sola palabra de Hollande, el nombre del nuevo acuerdo se decidió en Washington entre Obama, Barroso y Van Rompuy. ¡Un cosido a mano! Elproyecto se llamará: “Acuerdo de asociación transatlántica para el comercio y la inversión” (TTIP: Transatlantic Tradeand Investment Partnership) Obama y los dos dirigentes no electos de la UE han fijado como objetivo “acelerar la liberalización del comercio y las inversiones.” El mandato de negociación de la Comisión debe ser aprobado el 14 de junio por el Consejo de ministros de comercio, e inmediatamente podrán comenzar las conversaciones, tal vez en la Cumbre del G8 del día 17 como ha propuesto David Cameron. La liberalización del comercio apuntada por este acuerdo, afectará a todos los sectores de la actividad. El mandato secreto antes mencionado fija como meta la constitución de un “mercado transatlántico integrado” y señala la “liberalización del comercio de bienes y servicios y de la inversión” con “atención particular a suprimir las barreras reglamentarias inútiles” y exigiendo que el acuerdo sea “muy ambicioso, yendo más allá de los compromisos de liberalización de la OMC.”
¿Lo habéis comprendido bien?
Mirémoslo de más cerca. Esta operación liberalizadora conlleva muchos matices. En primer lugar, “supresión total de derechos de aduana”para los productos industriales y agrícolas. Ya sobre este asunto, el acuerdo es peligroso para los europeos: según cifras de la Comisión, la tasa media aduanera es del 5,2% en la UE y del 3,5% en USA. Eso significa que si los derechos caen a cero, USA obtendrá un provecho 40% superior al de la Unión. Esa ventaja para los productos fabricados en EEUU será amplificada por la debilidad del dólar frente al euro. Y este desequilibrio será demultiplicado por la debilidad ecológica y social de los costes de producción USA. En tales condiciones, aunque sólo sea por este aspecto cuantitativo, el acuerdo será una máquina de deslocalizar, que agravará el paro. La Comisión reconoce púdicamente en el estudio de impactos que solicitó, que esto implicará un “descenso importante” de actividad y de empleo en la metalurgia. ¡En la metalurgia!
Viene luego la parte no tarifaria del acuerdo. Y allí el impacto no es solamente en la producción sino también en el conjunto de las reglamentaciones de los países. El proyecto llama a “reducir los costes resultantes de las diferencias” en aquellas proponiendo“encontrar nuevos medios de evitar las barreras no tarifarias [es decir, las leyes] de limitar la capacidad de las empresas europeas y americanas para innovar y participar en la competencia en los mercados mundiales.” Barroso ha incluso explicado que “el 80% de los beneficios esperados de este acuerdo vendrán de la reducción del fardo de reglamentos y la burocracia.” Esto significa que los androides de la Comisión ven, en el acuerdo, la ocasión de ir aún más lejos de lo que lo hace ya la UE en la des-reglamentación. El“fardo”… había que encontrarlo. Para liberalizar el acceso a los mercados, UE y USA deberán hacer converger sus reglamentaciones en todos los sectores, pues las normas más duras son consideradas como obstáculos al libre comercio. Pero, contrariamente a lo que afirman la Comisión y sus papagayos liberales y sociodemócratas en el Parlamento, USA y Europa no tienen“normas de un rigor análogo, en materia de empleo y de protección del medio ambiente.” En efecto, los EEUU están hoy fuera de los principales cuadros de derecho internacional en materia ecológica, social y cultural; no suscriben muchas de las convenciones importantes de la OIT sobre derechos del trabajo; no aplican el protocolo de Kyoto contra el calentamiento climático y rechazan la convención para la biodiversidad, así como la de UNESCO sobre la diversidad cultural, y otros compromisos que los países europeos sí han firmado. Los modelos normativos estadounidenses son, en la mayoría de los casos, menos constrictores que los europeos. Un mercado común EEUU-UE liberalizado, tiraría entonces toda Europa hacia abajo. Si hace falta un ejemplo de las intenciones de los trusts norteamericanos, se puede tomar Bangladesh: las multinacionales europeas han acordado discutir las normas a aplicar en el futuro, según ellas, para no reeditar el horror que acaba de producirse. Las yankees no quieren oir hablar ni de discusiones ni de normas de ninguna clase.
Veamos ahora la lista de estragos previsibles. El primer impacto negativo será ecológico. El proyecto cuenta con las exportaciones como solución para relanzar la actividad y se opondrá a toda política que pueda permitir la reducción de la huella humana sobre la exósfera. Por el contrario, al aumentar el tráfico mercantil aéreo y marítimo a través del Atlántico, el esperado incremento de las exportaciones hará también aumentar las emisiones de gas de efecto invernadero. Y no creais que estoy cometiendo un exceso de celo, sin pruebas. La Comisión misma ha tomado conciencia del problema y estima el aumento limitado entre 4 y 11 mil toneladas anuales de CO2. No queda más que creerla. Pero por pequeño que sea, ese aumento será siempre demasiado importante. ¿No está comprometida la Unión, por el contrario, a reducir esas emisiones? ¿Es que la mano derecha debe ignorar lo que firma la izquierda? En razón de las diferencias mencionadas, este acuerdo será también una incitación al peor productivismo en detrimento de la calidad social y ecológica de los productos. Por ejemplo en materia de reducción de la polución automovilística; las empresas francesas han manifestado ya su desacuerdo, pues aunque insuficientes, sus esfuerzos para invertir en la fabricación de motores menos contaminantes serán entorpecidos o arruinados por la liberalización. Y en agricultura, el acuerdo expondrá a los europeos a la entrada de los peores productos del agro-negocio estadounidense: carne hormonada, aves lavadas con cloro, transgénicos… Sin hablar de que ellos ignoran las denominaciones de origen, que consideran nombres genéricos cuyo uso debe ser libre, lo que podría permitirles comercializar “Champagne”[o Rioja] hecho en California. Adiós todo el inmenso trabajo de valorización de los productos europeos. Alguien que se alegrará, será la ministra de Educación: no solamente hablar inglés, sino hacerlo mientras se bebe un Rivera del Duero de Tennessee. Esto no es todo. Sabemos que la negociación tratará también de “la política de competencia, incluyendo las disposiciones sobre concentraciones, fusiones y quiebras.” Y a quienes esperaban que los servicios públicos fueran excluidos, hay que precisar que “el acuerdo concierne también a los monopolios públicos, las empresas públicas y aquellas con derechos específicos o exclusivos” como también a “la apertura de mercados públicos a todos los niveles administrativos, nacionales, regionales y locales.” Pero el delirio no ha terminado, pues además se precisa que se deberá luchar contra el impacto negativo de barreras como los“criterios de localización.” Será imposible promocionar, por ejemplo, circuitos cortos en el aprovisionamiento de colectividades locales. Como suponíamos, el tema financiero es el principal en el espíritu de los promotores de este acuerdo. En materia de inversiones, el mandato pretende alcanzar “el nivel más alto de liberalización existente en los acuerdos de libre intercambio.” Deberán ser negociadas medidas específicas de“protección de los inversores” incluyendo un “reglamento de los diferendos entre Estados e inversores.” Detrás de estas formulaciones oscuras, se trata de dotar a los inversores con derechos especiales y procedimientos preferentes supranacionales, en su relación con otros sujetos sometidos al derecho de los Estados. Es la lógica seguida en el “acuerdo multilateral sobre inversiones,” AMI, que USA intentó imponer en 1998 y fue abandonada tras movilizaciones ciudadanas y la negativa francesa a aceptarlo. Otra buena noticia para financieros, el proyecto se pronuncia por una “liberalización total de los pagos corrientes y los movimientos de capitales.” ¡Ganga para las plazas financieras anglosajonas, las menos reglamentadas y las más especuladoras! Los gigantes del crédito hipotecario estadounidense podrán así vender sus créditos tóxicos en Europa, en iguales condiciones que en su país de origen.
Tal acuerdo sería unerror geopolítico histórico. Durante 10 años el Imperio vio sus esfuerzos de libre comercio mundial bloqueados en la OMC por la resistencia creciente de los países del sur. Atrayendo Europa a sus proyectos en un bloque que significaría el 50% de la producción mundial, USA intenta reconstituir su dominio en vías de derrumbarse ante China. Para ellos, se trata simplemente de poder continuar imponiendo su ley al mundo entero. El propio proyecto no lo esconde, al afirmar que las reglas comunes que se fijen entre USA y la UE deberán “contribuir al desarrollo de reglas mundiales.” Este acuerdo maduró al mismo tiempo que la teoría del choque de civilizaciones, de la que es su traducción geopolítica. Toda la civilización europea actual ha estado cimentada en las intervenciones del Estado. Pero de hecho este tratado será una anexión de Europa por los EEUU, no quedará nada del ideal europeo. Será una renuncia a la soberanía de los pueblos. Y no solo se destruirá nuestro presente sino que nuestro futuro quedará en suspenso, pues ¿cómo plantearse, después, objetivos europeos de armonización salarial o fiscal, o de cooperación reforzada, que son obstáculos característicos para la libre competencia? La prueba del funcionamiento coercitivo la da Canadá, demandado por muchos miles de millones de dólares, en razónde supuestas trabas puestas a aquella libertad de competencia. Significará, de hecho, la disolución de la UE en el mercado único de los EEUU. Nuestros amigos de América del Sur hicieron fracasar el ALCA, proyecto similar pilotado por Estados Unidos. Debemos imponernos el mismo objetivo.
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