Una amiga me cuenta en un email que en el colegio público
zaragozano Ramón Sainz de Varanda, donde estudian algunos niños de su familia,
dos niños se desmayaron ayer por falta de alimentos. Mi corazón se encorajina
con la noticia y me encamino con mucha rabia e indignación a los Juzgados de
Zaragoza, donde comparece un profesor por los sucesos acaecidos el pasado 15 de
mayo. Desconozco cómo ha ido, pues a las 10,50 horas ya me encontraba en el
portal de la Consejera.
La jornada ha transcurrido bien. Lo más relevante, mi tocayo
Antonio ha venido desde Morata a estar allí, conmigo, ante el portal de l
acalle Alfonso I, nº 26. Antonio es una persona ejemplar y fascinante, que dejó
la comodidad y el dinero de su vida en Madrid para vivir en Morata de su trabajo
en el campo y de su pensión, junto a su mujer y sus cuatro hijos. Cada vez que
vuelvo a verle, me convenzo más de que Antonio rompió el molde de esa maravilla
de ser humano.
No me resisto, en su homenaje, a dejaros unas reflexiones
sobre escuela pública:
Actualmente hay cada vez más gente que vuelve a creer en los reyes
magos. Así, por ejemplo, interpretan que no trabajar los fines de semana o
disfrutar de vacaciones en verano o que la ley garantice unos derechos
laborales básicos son cosas llovidas del cielo o simplemente que han existido
desde tiempo inmemorial por obra y gracia de los señores reyes magos. Olvidan o
ignoran que no hace tanto se trabajaba todos y cada uno de los días del año,
desde que se tenía uso de razón y sólo mientras el rendimiento fuese
satisfactorio para el patrón. Cada paso hacia adelante, cada conquista, cada
logro de los trabajadores han supuesto un alto coste en lucha, represión y
sufrimiento.
La patronal, los gobernantes, el poder no regalan nada, y sólo
ceden si no tienen otro remedio. Aunque suene a tópico, olvidar o ignorar la
propia historia conlleva el riesgo de repetirla (errores incluidos). Pues bien,
en los últimos tiempos estamos repitiendo torpemente la historia (y -de paso-
volviendo a creer en los reyes magos). Los grandes empresarios y los grandes
banqueros no son unos señores especialmente malvados, simplemente van a lo
suyo, y además -hay que reconocérselo- son unos verdaderos maestros en
vendernos sus propios intereses envueltos en el papel de regalo del interés
general.
También en el mundo de la educación, y especialmente de la escuela
pública, aumenta el número de quienes parecen creer en los reyes magos (con el
agravante añadido de que aquí los olvidos y las ignorancias son -como mínimo-
culposos). No hace muchos años España estaba plagada de analfabetismo e
incultura, buena parte de los niños y de los jóvenes no estaban escolarizados y
la enseñanza privada (sobre todo religiosa) poseía y manejaba la educación, en
gran parte al servicio de las clases pudientes y dominantes. Hoy, en cambio,
poseemos unas leyes y unos instrumentos en materia educativa que aspiran a
hacer extensiva una enseñanza de calidad para todos, sin excepción, que no sea
patrimonio de unos cuantos y de la que nadie quede excluido. Se trata de una
indudable conquista social, de la aspiración a lograr mayores cotas de justicia
y bienestar para todos y cada uno de los ciudadanos. Sin embargo, no son pocos
los que están olvidando o ignorando (¿consciente
e intencionadamente?) que no se trata de regalos de los reyes magos, sino
producto del esfuerzo y la lucha por unos ideales por parte de muchos durante
mucho tiempo, en contra de otros intereses y frente a otros grupos de presión
fuertes y poderosos.
Ahora están creciendo como hongos los amnésicos
(¿deliberadamente?) que suspiran por un retorno más o menos camuflado del
pasado, aunque éste incluya (o precisamente porque incluye) todo un sistema
coercitivo y elitista de enseñanza, en el que son altamente valorados el orden,
el principio de autoridad y la disciplina, así como también la preservación y
la consolidación de las desigualdades. Tales amnésicos reivindican más horas y
más valoración de las humanidades, pero parece preocuparles mucho menos que
esas y otras muchas materias se hayan solido impartir de forma tan
deshumanizada como tediosa. Se lamentan de la pérdida del “nivel” en sus
asignaturas, pero ni preguntan a sus
alumnos por la bondad y la eficacia reales de sus métodos ni parece importarles
en demasía la reforma del sistema para
acoger también (y en igualdad de condiciones y de oportunidades) las
necesidades de los estratos más desfavorecidos de la población.
La escuela pública no es un simple edificio o conjunto de
edificios donde acuden cada jornada alumnos y profesores. La escuela pública es
una apuesta por un proyecto concreto de España, frente a otros proyectos -mucho
más influyentes y consolidados desde hace siglos. En ese sentido, la escuela
pública está por hacer y abandonarla indolentemente a la presunta equidad de la
presunta “libertad de enseñanza” (es decir, a los mágicos designios de los
reyes magos) es condenarla de hecho a la ruina.
Los alumnos no llueven del cielo. A ellos y a sus familias hay que
ganarlos con hechos y realidades tangibles, con una oferta de calidad que cubra
real y satisfactoriamente sus necesidades educativas (y no sólo las estrictamente académicas). Los
alumnos no se forman mediante el simple automatismo de ocupar un pupitre en un
aula. Hay que echar mucha imaginación e ilusión para seguir construyendo una
escuela pública que merezca la pena, y
para eso hay que creer muy mucho en lo que se hace, y en porqué y para qué se
hace. De lo contrario, esperar que sean
los reyes magos quienes solucionen los problemas no deja de ser una coartada para seguir anquilosados en la
pachorra, en el lamento estéril y en la vida vegetativa.
Hora es ya de tener las ideas muy claras y de no andarse más por
las ramas: o contamos con una escuela pública de calidad, fuerte y creativa, en
la que tengan cabida todos los ciudadanos y que aspire a una educación cabal y
real de todos ellos, o las desigualdades serán cada vez mayores en nuestro
país. O estamos convencidos de que el presente y el futuro de la escuela pública
depende únicamente del trabajo y de la lucha, del esfuerzo y del compromiso por
parte de todos, o no cabe otra posibilidad que la de escribir una carta a los
reyes magos, preferentemente vía Internet.
Hora es ya de salir hoy a la calle en defensa de la escuela
pública. Todos. Unidos.
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