El
frío ha entrado en la calle Alfonso y en toda la ciudad, alfombrada por una
infinidad de hojas amarillas, sin vida. El cierzo se hace oír y sentir.
Hace algún tiempo me escribió Fernando, médico
de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), padrino del perroflauta
motorizado (fue él quien así lo llamó por primera vez) y sobre todo amigo. Me
recordaba que estaba pendiente el artículo que gustosamente escribo para cada
número de la Revista DMD. “Tu carta”,
le respondí, “me
ha movido a una sola sonrisa que ha durado de principio a fin de su lectura”.
Y añadí algo muy sincero: “Os admiro
mucho a toda las personas cercanas, cordiales y entregadas que integráis DMD en
Madrid. Me siento en familia con y entre vosotros”.
Horas antes, mi salud se había
resentido de nuevo por dolores fuertes y crónicos, y le conté: “Por
lo demás, sobreviviendo. Temo la llegada del invierno y me pregunto si
resistirán mis arterias en mis horas ‘perroflautiles’. Pero todo se andará.
Ahora, intento continuar esta carta con una medio sobredosis de Zaldiar y
Lyrica para que el dolor llame más quedo a mi puerta. Si llega el Fentanilo, se
acaba la consciencia y llega el dormitar y el sopor. Un fuerte abrazo, Fernando. Pronto recibiréis ese artículo”
(así lo hice al día siguiente).
Alguna vez se dan casualidades:
aquella misma noche me llamó mi hermano Guillermo y sacó a colación su
preocupación por lo que podría suceder en los fríos días de invierno de
Zaragoza. A los pocos minutos, fue mi hija Bego quien me habló del mismo tema. Están
alertas con razón: son ya un ictus cerebral, un infarto de miocardio y dos
anginas de pecho, aneurisma en la aorta, enfermedad de Bürger, varias
amputaciones y más de una decena de visitas al quirófano. A la mañana
siguiente, recibí el siguiente email de Fernando:
“Mi muy querido Antonio, me entristece tu
sufrimiento. No al estilo profesional (aunque en mi caso me he esforzado -y
creo que conseguido- que profesional no signifique distante) sino de amigo a
amigo. De amigo que acompaña desde la distancia (física) al amigo que sufre y
se conduele con él. Me admira -y avergüenza- que en medio de todo te preocupe
cómo llevarán tus arterias los fríos en la puerta de la consejera ¿es que acaso
has decidido morir con las botas puestas?; para mí que no hay razón (ni
razones) para mantener tú la protesta/testimonio en condiciones meteorológicas
adversas. Vives en Zaragoza, tío, no en Almería. Si hemos de perderte, no te
hagas la idea de que nos consolaría en algo el que hubiera sido dando caña como
perroflauta motorizado. No estás atado a tu compromiso más allá de lo
razonable. Yo diría -y no seré el único- que ya has cumplido por encima de lo
que la coherencia y el compromiso exigen. Si podemos -si puedes- tenerte entre
nosotros más allá del invierno Zaragozano, mejor que mejor. Tienes mucho que
enseñarnos a muchos; a mí el primero. Cuando decidas que no puedes más,
compartiré, acompañaré, ayudaré... tanto como quieras. Hoy me permito darte un
consejo desde la más profunda comprensión: busca el momento para levantar el
campamento, toma tu perro, tu flauta, tu moto, despídete del limpiabotas, de
los polis, escribe un broche de oro en el blog, elige una música para
despedidas (se me ocurre el Adagio para cuerdas de Barber; no hay otra mejor
para despedirse, a mi juicio) y retírate a tus cuarteles de invierno. Con
fentanilo o sin él tu cabeza, con ser inmensa, no supera a tu corazón.
Te
quiero y te queremos. Bien lo sabes
¡Ánimo,
hermano!”
Como no voy a despedirme por el
momento de nadie ni de nada, tampoco de
la Consejera y su portal, como se vive una vez y sería una lástima echar a
perder la vida que me resta, como, por el contrario, quiero aprovechar y
degustar cada uno de los colores, sabores, contactos y sonidos de cada instante
de la vida, decido libre, consciente y responsablemente quedarme invierno y
verano en el portal de la Consejera, desde mi personal convicción de que otro
mundo es posible.
Mejor entonces mandar a Fernando
y a tod@s vosotr@s un abrazo muy fuerte, acompañado de otra música, igualmente
entrañable, una Re-composición de Max Richter de las Cuatro Estaciones de
Vivaldi, Invierno 1 (el Adagio de Barber ya juega y vive desde hace unos días
en este mismo Diario):
Hoy han venido much@s personas al
portal de la Consejera. Aquí están algunas de ellas fotografiadas:
Hasta mañana
Querido Antonio, sabes que respeto y admiro y que respetaré y admiraré siempre la coherencia personal que te lleva a iluminar nuestras vidas con los colores, sabores, contactos y sonidos que pueblan cada instante de tu vida. No es que tu lucha resulte prescindible, sólo que tú nos eres imprescindible a quienes hemos tenido la suerte de conocerte.
ResponderEliminarHaz aquello que has decidido en pleno uso de tu libertad -pocas personas alcanzan tu sentido de lo que significa ser libre- Te seguiremos en tu diario y, si hay suerte, algún día nos haremos una foto juntos en el portal de la consejera aunque, te diré en secreto que me pasa lo que a Juan de Mairena que estoy en el portal aunque no sea fácil verme.
Un abrazo
Me emocionas siempre, Fernando
ResponderEliminarEs poco lo puedo que añadir a lo que quienes te quieren, admiran y aprecian, que creo son todos los que te conocen,y desde el máximo respeto a lo que tú decidas hacer, te hago esta reflexión: es más importante tu vida que tu protesta, que creo que después del paréntesis invernal puede volver con renovadas fuerzas y ser más duradera, que la eficacia también es un valor, y nada despreciable por cierto.
ResponderEliminarNo se trata de abandonar, sino de coger impulso para saltar más lejos. Valóralo, por ti y por los demás, porque no estás solo, y eres el portaestandarte que va en cabeza.
Eres tú el que nos insuflas ánimos a nosotros y nos iluminas con tu ejemplo.
Contigo hasta el final,
Andrés Herrero
http://www.youtube.com/watch?v=T3BCkQWOgwY
ResponderEliminarNo es para ahacer alardes de acnto, pero sale del corazón. ¿Lo entenderéis?