Una parte considerable de las víctimas
del terrorismo (principalmente la asociación AVT) se ha decantado desde sus
inicios por quedarse bajo la sombra de las posiciones más conservadoras del país,
decantarse netamente por partidos políticos como el PP y arremeter visceralmente
contra todo lo que pudiere sonar a socialismo o a izquierda. Cuando el PSOE
está catatónico (ahora lo está), la AVT señala entonces al juez español que
integra el Tribunal de Derechos Humanos de la UE. Y a gritar y a condenar.
Algunas asociaciones de víctimas del
terrorismo deberían haberse granjeado las simpatías abiertas de toda la
sociedad española, con independencia de las ideologías y las adscripciones de los
ciudadanas y ciudadanos. Sin embargo, han ido configurando, a base de
paraguazos, insultos, consignas y gritos, una identidad social (ante la opinión
pública) controvertida y montaraz.
Ayer, domingo, 27 de octubre, volvieron a
verse las mismas escenas, esta vez con la charlotada añadida de algunos
dirigente del PP que salieron a pescar y se encontraron en medio del río revuelto
del cabreo indiscriminado de a quienes tanto habían adulado en otros tiempos.
Eché en falta ayer, sigo echando en falta
desde hace años, lo único que me conmovería profundamente: su dolor digno, su
dignidad dolorida.
Los obispos celtibéricos, callados como
muertos. Y es que están muertos: dejad que los muertos entierren a sus muertos.
Querido Antonio , la iglesia solo se pronuncia donde puede sacar tajada . ¿Qué hipócritas? un abrazo
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