martes, 29 de octubre de 2013

El nacionalcatolicismo ya puede hacer también Bachillerato


Bien, lo han conseguido. El nacionalcatolicismo va recobrando todo su poder. A los obispos les queda solo un paso hasta lograr el logro máximo, su aspiración perpetua, el agustinismo político: la teocracia se hace poder, y el orden natural de las cosas se subordina obedientemente al orden sobrenatural, regido por los representantes de su dios en la tierra: los obispos.
Ya tenemos asignatura de religión hasta en el Bachillerato de la red pública de enseñanza (al parecer, se trataba de un “fleco importantísimo” que añadir a la LOMCE del PP y Wert). El sapo Iscariote hoy redivivo, Martínez Camino, bramaba hace unos días porque el actual Gobierno de amigos de toda la vida no había acabado de satisfacer sus demandas y afirmaba públicamente que las relaciones Iglesia-Estado eran mejores con el anterior Gobierno socialista (cosa harto difícil, pero no imposible de superar). Falta la Formación del Espíritu Nacional y extender el dúo religión-FEN por todo el Imperio hacia dios: Franco, ZP, Rajoy y el que venga han gobernando y gobernarán en cualesquiera de los casos por la gracia de dios.
Nos robaron el Humanismo y el Renacimiento. Expulsaron a judíos y sarracenos. A golpe de inquisidores y hogueras, han ido declarando herejes y enemigos de dios y de España a protestantes, liberales, masones, anarquistas, comunistas, socialistas y a  miles de pensadores, escritores, científicos y artistas. Arrasan con las culturas de cuantas pueblos americanos encuentra su paso, y las arrasan por completo, en nombre de su único dios verdadero.  Prohibieron lo que ignoraban siglo tras siglo: Ilustración, Racionalismo, Empirismo, heliocentrismo, evolucionismo, y plasmaron todo en uno de los más vergonzantes documentos de la historia y uno de los mayores monumentos a la estupidez humana: el Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores (Listado recopilatorio de los principales errores de nuestro tiempo), publicado por el Papa Pío IX en 1864. Entre otras perlas, son condenados la libertad de pensamiento, la separación de iglesia y estado, el panteísmo, el naturalismo, el racionalismo, el indiferentismo, la incompatibilidad entre la fe y la razón, el no sometimiento de la inteligencia al magisterio de la Iglesia, la no subordinación del Estado a la moral y la existencia de derechos naturales anteriores al Estado e independientes del mismo. Por otro lado, afirma que la religión católica debe ser la religión de Estado y condenan la libertad de culto, pensamiento, imprenta y conciencia.
En nombre y por gracia de estos delincuentes culturales, ahora la religión, ya introducida hasta la arcada en la educación pública, llega también al Bachillerato. No alcanzo a imaginar qué pueden enseñar los supuestos “profesores” de religión, designados año a año por el obispo de cada localidad, durante los trece años escolares de un/a muchacho/a. Cada vez tienen menos clientela: cada año asisten menos alumnos a sus clases, y en cada tramo de edad el alumnado dice más nones a la asignatura de religión (la asignatura de religión es elegida en los centros públicos por el 66,62% de los alumnos de primaria, el 39% en secundaria y el 23,3% en bachillerato). Ahora los sapos iscariotes la hacen de obligatoria presencia en toda la Primaria y Secundaria Obligatoria y Bachillerato, computable para becas, de igual rango que las materias troncales…
EL Senado (quousque tandem?) confirma y avala las peticiones episcopales. La derechona ultraceltibérica e hispanovisigótica, de un solo golpe, introduce bajo palio toda la caspa de clérigos, reyes, nobles, obispos y vencedores/cortadores de cabezas de infieles. ¿Esto es lo que votaron los españoles que dieron la mayoría absoluta al PP?
Apelan los obispos y los adeptos a la reforma Wert que todo es acorde con los Acuerdos entre el Estado Español y el Estado del Vaticano (no aluden al Concordato de 1953, de tiempos del dictador Franco, por bochornoso, jamás derogado). Y nadie parece responder, mucho menos protestar, cuando tanto el Concordato como los Acuerdos, además de incluir cláusulas netamente inconstitucionales, deberían ser derogados (ni UCD ni PSOE ni PP, desde 1978, han hecho el mínimo ademán para ponerlos en cuestión, para n irritar a los obispos y a sus orantes y vociferantes huestes).
Aquí y ahora quiero reclamar con todas mis fuerzas un Estado español laico y aconfesional.




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