Bien, lo han conseguido. El
nacionalcatolicismo va recobrando todo su poder. A los obispos les queda solo
un paso hasta lograr el logro máximo, su aspiración perpetua, el agustinismo
político: la teocracia se hace poder, y el orden natural de las cosas se
subordina obedientemente al orden sobrenatural, regido por los representantes
de su dios en la tierra: los obispos.
Ya tenemos asignatura de religión
hasta en el Bachillerato de la red pública de enseñanza (al parecer, se trataba
de un “fleco importantísimo” que añadir a la LOMCE del PP y Wert). El sapo
Iscariote hoy redivivo, Martínez Camino, bramaba hace unos días porque el
actual Gobierno de amigos de toda la vida no había acabado de satisfacer sus demandas
y afirmaba públicamente que las relaciones Iglesia-Estado eran mejores con el
anterior Gobierno socialista (cosa harto difícil, pero no imposible de
superar). Falta la Formación del Espíritu Nacional y extender el dúo
religión-FEN por todo el Imperio hacia dios: Franco, ZP, Rajoy y el que venga han
gobernando y gobernarán en cualesquiera de los casos por la gracia de dios.
Nos
robaron el Humanismo y el Renacimiento. Expulsaron a judíos y sarracenos. A
golpe de inquisidores y hogueras, han ido declarando herejes y enemigos de dios
y de España a protestantes, liberales, masones, anarquistas, comunistas,
socialistas y a miles de pensadores,
escritores, científicos y artistas. Arrasan con las culturas de cuantas pueblos
americanos encuentra su paso, y las arrasan por completo, en nombre de su único
dios verdadero. Prohibieron lo que
ignoraban siglo tras siglo: Ilustración, Racionalismo, Empirismo,
heliocentrismo, evolucionismo, y plasmaron todo en uno de los más vergonzantes
documentos de la historia y uno de los mayores monumentos a la estupidez
humana: el Syllabus complectens praecipuos nostrae
aetatis errores (Listado recopilatorio de los
principales errores de nuestro tiempo), publicado por el Papa Pío IX en 1864. Entre
otras perlas, son condenados la libertad de pensamiento, la separación
de iglesia y estado, el panteísmo, el naturalismo, el racionalismo,
el indiferentismo, la incompatibilidad entre la fe y la razón, el no
sometimiento de la inteligencia al magisterio de la Iglesia, la no subordinación
del Estado a la moral y la existencia de derechos naturales anteriores al
Estado e independientes del mismo. Por otro lado, afirma que la religión
católica debe ser la religión de Estado y condenan la libertad de culto,
pensamiento, imprenta y conciencia.
En nombre y por
gracia de estos delincuentes culturales, ahora la religión, ya introducida
hasta la arcada en la educación pública, llega también al Bachillerato. No
alcanzo a imaginar qué pueden enseñar los supuestos “profesores” de religión,
designados año a año por el obispo de cada localidad, durante los trece años
escolares de un/a muchacho/a. Cada vez tienen menos clientela: cada año asisten
menos alumnos a sus clases, y en cada tramo de edad el alumnado dice más nones
a la asignatura de religión (la
asignatura de religión es elegida en los centros públicos por el 66,62% de los
alumnos de primaria, el 39% en secundaria y el 23,3% en bachillerato).
Ahora los sapos iscariotes la hacen de obligatoria presencia en toda la
Primaria y Secundaria Obligatoria y Bachillerato, computable para becas, de
igual rango que las materias troncales…
EL Senado (quousque
tandem?) confirma y avala las peticiones episcopales. La derechona
ultraceltibérica e hispanovisigótica, de un solo golpe, introduce bajo palio toda
la caspa de clérigos, reyes, nobles, obispos y vencedores/cortadores de cabezas
de infieles. ¿Esto es lo que votaron los españoles que dieron la mayoría absoluta
al PP?
Apelan los obispos y
los adeptos a la reforma Wert que todo es acorde con los Acuerdos entre el Estado
Español y el Estado del Vaticano (no aluden al Concordato de 1953, de tiempos
del dictador Franco, por bochornoso, jamás derogado). Y nadie parece responder,
mucho menos protestar, cuando tanto el Concordato como los Acuerdos, además de
incluir cláusulas netamente inconstitucionales, deberían ser derogados (ni UCD
ni PSOE ni PP, desde 1978, han hecho el mínimo ademán para ponerlos en
cuestión, para n irritar a los obispos y a sus orantes y vociferantes huestes).
Aquí y ahora quiero
reclamar con todas mis fuerzas un Estado español laico y aconfesional.
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