Mañana pasada por agua, de abrir y cerrar
paraguas.
A media jornada, Marisol acompaña al
perroflauta motorizado. Pasa y pasa gente. Algunas personas se paran y cuentan
sus desventuras. Profesoras interinas en paro, madres que relatan sus apreturas
y angustias diarias por no poder dar a sus hijos seguridad y abrigo.
Dos mujeres vuelven del Pilar, pues una de ellas tiene a su marido en estado
terminal por un cáncer en estado muy avanzado. Parches de fentanilo y analgesia
fuerte por la nariz, ya que buena parte de la boca está necrosada. “Que no
sufra, por favor, que no sufra”, acierta a decir el perroflauta motorizado, a
la vez que a duras penas acalla el grito que se le queda en la garganta: por
qué no regalar al enfermo el último acto de amor y posibilitarle un final
tranquilo y sosegado entre quienes lo quieren; bastan unos cuantos parches
simultáneos o una aceleración de la bomba de morfina para que deje de sufrir.
Pero el perroflauta motorizado calla y calla, pues el amor de alguna gente pasa
por la visita al Pilar en lugar de afrontar directamente cara a cara la vida y
la muerte.
“La religión cumple también una
función mitigadora del sufrimiento”, habla Marx, que acaba de aparecer: lleva
solo una sábana por encima y su barba es inmensa. “Es que últimamente me han
enterrado muchas veces”, explica Marx, y continúa hablando: “me han colgado el
sambenito de un simplista ateísmo de baratijas quienes repiten como loros ‘la religión
es el opio del pueblo’, ‘la religión es el opio del pueblo’ y cosas parecidas,
pero desconocen el contexto. En realidad, lo que dejé escrito en Contribución a la Crítica de la
Filosofía del Derecho de Hegel es: ‘la miseria
religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la
miseria real. La religión es el
suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así
como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión
entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad
real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la
exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a
la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo
halo lo constituye la religión’. Por eso esa mujer ha ido al Pilar. Menos mal
que a esa mujer le queda de momento el Pilar”, concluye Marx..
Llueve… “Escucha, Antonio”, dice Mozart,
subido al pedestal de una farola de la calle Alfonso, desde donde dirige un
delicioso concierto en Do Mayor para flauta, arpa y orquesta. “¡Gracias,
Wolfgang!”, le grita Mairena antes de que la orquesta comience a sonar. Y el
perroflauta motorizado se va sintiendo mejor.
La policía saluda y saluda. Pasan coches,
parejas y tríos de policías, que saludan sin excepción al perroflauta
motorizado. Es una relación esquizoide, contradictoria, reflejo fiel del
divorcio entre el pueblo y el poder.
Ya de vuelta, en la Plaza de España, parece
caer el diluvio universal.
Marisol y el perroflauta motorizado se encuentran
afortunadamente bajo el toldo de una carpa montada por la Caravana Aragonesa
Universitaria por el Clima. Universitarios van a pueblos de Aragón,
principalmente a los centros escolares de cada localidad, para explicar a la
gente joven y madura las buenas ideas y prácticas para cuidar del medio
ambiente.
Acaba el viernes, la 18º semana ante el portal de la Consejera. 90 días. 180 horas.
Hasta el próximo día.
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