Toda la noche lloviendo, amanece
lloviendo. Pablo Guerrero aprovecha la ocasión para cantar desde el patio de mi
casa que tiene que llover a cántaros. “¿Pero llover qué?”, pregunta una chica
de la perfumería de al lado. “Lo que quieras, lo que desees”, contesta Pablo. Y
a todo esto, el perroflauta decide ir al portal de la Consejera, bien
pertrechado de chubasquero y paraguas. Al poco rato, ya en la calle Alfonso cesa la lluvia. Y sale el sol. “Dame la mano y vamos a
sentarnos bajo cualquier estatua que tiene que llover a cántaros..”, vuelve a
cantar Pablo, pero la gente no mira, pues nada llueve sobre ellos y ellas.
La policía, al parecer, se guarece de la lluvia y no asoma
por el portal. Luis viene a saludar a
Marga y al perroflauta motorizado. Es profesor, es joven, y tiene muchas ideas
e ideales. En el centro escolar donde enseña, seguro que llueve.
Casi al final, nos hacemos esta foto con Pepe, Óscar y
Víctor.
El perroflauta motorizado se aferra a la luna para proseguir
el camino. “Si duermo, ¿quién me dará la luna?”, pregunta el Calígula de Camus.
Y el perroflauta motorizado se pregunta en su interior si a quienes recortan a
los menesterosos hasta sus propios derechos les
queda algo de luna y de alma. “Son desalmados, Antonio, son unos
desalmados”, le dice con todo el cariño que le resta Juan de Mairena.
Una mujer que trabaja en una cafetería cercana a la casa del
perroflauta motorizado le pregunta de sopetón, en plena calle, al término de la
mañana: “¿Pero esto que haces sirve para algo?”. El perroflauta motorizado le
contesta en voz muy baja: “Sirve al menos para hacer y ser lo que debo”. Y canta para
que solo un grillo loco escuche la canción: “No puedo prescindir de ti, no
puedes prescindir de mí y de todos, para llegar a ser lo que quieres, para
llegar a ser lo que debo”.
Hasta mañana
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