“Te noto asqueado con la enésima cesión del
Gobierno de Rajoy y su LOMCE respecto de la asignatura de religión, ahora
también en el Bachillerato”, le dice Mairena al perroflauta motorizado. Y prosigue:
“No es nada nuevo, Antonio. A lo largo de la historia de este país, el poder
católico y el poder político no han hecho otra cosa: nos quieren en sus manos,
retorciéndonos de culpa y de hipocresía, lavados farisaicamente de toda culpa
mediante una simple absolución o unas obras caritativas”.
Del film “Las
Horas”, The kiss, El beso, música de Philip Glass: más adelante, aparecerá un
beso de gran significado. Si te place, puedes ir escuchando esta música.
El perroflauta motorizado permanecía callado.
Apenas si le quedaban fuerzas y ganas de comentar algo. “Te voy a presentar a
alguien que te va a gustar, Antonio”, continuó diciendo Mairena. E
inmediatamente apareció Dostoievski, Fiódor o Fédor para los amigos, con sus
largas barbas y escaso pelo. “Viene a animarte, pero no quiere hablar”, aclara
Mairena, “así que yo mismo te explicaré
a continuación por qué y para qué ha querido venir hasta aquí”.
Y Mairena contó que Dostoievski incluye en su
novela “Los hermanos Karamazov” un maravilloso relato (“El Gran Inquisidor”), que pone en
boca del protagonista, Iván: en la Sevilla del siglo XVI acaba de ser quemado un
hereje o una bruja en un “auto de fe”. Al día siguiente, aún calientes las
cenizas de tan macabra celebración, aparece Cristo, dispuesto a consolar y
ayudar durante unos instantes al pueblo desgraciado, pleno de desventuras y de
tristeza. Avanza entre la multitud sin decir nada, sin querer llamar la
atención, pero todos le reconocen, y el pueblo le sigue. Cristo continúa
avanzando, irradiando piedad, cariño, fuerza y luz, tendiendo sus brazos y
bendiciendo a la gente.
La multitud le ruega que haga ver a los ciegos y resucite
a una niña, pocos días antes llena de vida. Cristo así lo hace ante toda la
multitud. El Cardenal Gran Inquisidor, que está viendo la escena,
inmediatamente ordena apresar a Jesús. Los gendarmes, temerosos y acostumbrados
a obedecer al Gran Inquisidor, así lo hacen y lo llevan a la cárcel del Santo
Ofiico. El pueblo presencia todo en silencio, no osa oponerse a la voluntad del
Cardenal Gran Inquisidor, se inclina a su paso mientras recibe su bendición.
El viejo Gran Inquisidor va a visitar a Jesús en su
oscura y angosta celda, y le hace la pregunta que apenas había podido contener
dentro de sí hasta entonces, pero cuya respuesta sabe de sobra: “¿Eres tú?”. Cristo no abre la boca,
permanece callado, y el Gran Inquisidor le va espetando en un monólogo cargado
de miedos y arteros reproches:
“¿Porqué has venido a molestarnos?… Bien sabes que
tu venida es inoportuna. Mas yo te aseguro que mañana mismo... No quiero saber
si eres Él o sólo su apariencia; seas quien seas, mañana te condenaré;
perecerás en la hoguera como el peor de los herejes. Verás cómo ese mismo
pueblo que esta tarde te besaba los pies, se apresura, a una señal mía, a echar
leña al fuego. Quizá nada de esto te sorprenda...”
El Gran Inquisidor se queja y se queja de que
Cristo venga ahora a desbaratar lo que a la Iglesia le ha costado tanto
estructurar, ordenar y dejar atado y bien atado, pero Jesús sigue callado, y el
Gran Inquisidor cada vez se impacienta más. El relato continúa así:
“El inquisidor calla. Espera unos instantes la
respuesta del preso. Aquel silencio le turba. El preso le ha oído, sin dejar de
mirarle a los ojos, con una mirada fija y dulce, decidido evidentemente a no
contestar nada. El anciano hubiera querido oír de sus labios una palabra,
aunque hubiera sido la más amarga, la más terrible. Y he aquí que el preso se
le acerca en silencio y da un beso en sus labios exangües de nonagenario. ¡A
eso se reduce su respuesta! El anciano se estremece, sus labios tiemblan; se
dirige a la puerta, la abre y dice: “¡Vete y no vuelvas nunca... , nunca! Y le
deja salir a las calles oscuras de la ciudad. El preso se aleja…”.
“Dostoievski
me pide ahora que traduzca frase por frase lo que vaya diciendo”, dice
Mairena, cortando los pensamientos y las emociones que el relato del Gran
Inquisidor ha creado. “Vale”, asiente
el perroflauta motorizado, ¿pero sabes
ruso?”. “Fiódor aprendió el lenguaje
universal de los humanos en sus años de cárcel en Siberia, acusado de
pertenecer a un grupo intelectual liberal y conspirar contra el zar. No sé si
sabes que estuvo ante el pelotón de fusilamiento, ya con los ojos vendados, y
en el último segundo le conmutaron la pena de muerte. Habla, Fiódor, te escuchamos”,
concluyó Mairena.
La voz de Fiódor o Fédor Dostoievski subió como un
rayo por el edificio hasta romper paredes, puertas y ventanas de la vivienda de
la Consejera aragonesa de Educación, Cultura, Universidad y Deportes. El
corazón de la Consejera, sin embargo, estaba muy lejos de allí.
“Hay muchos Grandes Inquisidores en el mundo
/ Aquí tenéis a Rouco Varela y su cohorte que se ajustan bien al perfil del
Gran Inquisidor / Pero no los busquéis solo en el Vaticano o en los Palacios
Episcopales / Buscadlos sobre todo en las casas, las iglesias, las capillas,
los capellanes y los secuaces de grupos ultracatólicos como el Opus Dei y
similares, en los ministros y catedráticos que ha colado a decenas de miles en
vuestra sociedad / en vuestro Alcalde y en cuantos no se oponen expresa y
públicamente a su beatería / en todos los partidos políticos que hasta ahora han gobernado en España y no se han atrevido a denunciar un Concordato franquista y unos Acuerdos obsoletos entre la iglesia católica y el Estado español l en vuestros reyes, zares, presidentes, banqueros y
papas / son los menos creyentes de entre los no creyentes / pero las iglesias,
los funerales, las ceremonias religiosas y todas sus supersticiones les sirven
de justificación de su hipocresía y sus bandidajes / Wert y Serrat son
marionetas en manos de sus amos/ No os quedéis en Wert y en el obispo local /
Apuntad alto y firme, abatid a los mantenedores de la ignorancia del pueblo /
Hacedles frente / Sois vosotros o ellos / Bajo sus ropajes de Gran Inquisidor
esconden su roña y su mezquindad / Gritadle al pueblo y a la gente que de ellos
es el poder, de ellos procede, en ellos se basa / La vida volverá a brotar cuando
en el mundo haya personas libres, responsables, autónomas, críticas hacia
dentro y hacia fuera / sabedoras de la bondad del otro si se le trata
bondadosamente / amantes de la vida, la libertad, la justicia y la paz sobre
todas las cosas / He dicho”.
Si quieres ver
una narración bastante literal e interpretada magistralmente del texto del Gran
Inquisidor, la tienes en http://www.youtube.com/watch?v=asF8PizSrsk.
El texto del Gran
Inquisidor, dentro de la novela Los hermanos Kaaramazov puedes leerlo en
Hasta el próximo
día
Hola Antonio, a veces el ánimo flojea pero no debemos olvidar que todos los días sale el sol y todos los días aprendemos algo. Yo he aprendido, observándote, que se puede luchar con dignidad con la palabra y las obras. También he aprendido que cuando se gobierna hay que hacer lo que se defiende sin paños calientes. Ahora van a implantar las clases de religión. Cuando gobernemos las quitaremos todas. Esta ha sido su proceder y lo entenderán perfectamente.
ResponderEliminarUn abrazo Federico