Transcurría placida la mañana. Acababa de
resonar por todo el centro de la ciudad el cántico católico “Bendita y
alabada…”, Marga, recién llegada, estaba saludando a Marisol y no se percató
que un coche de la policía nacional se había detenido a la altura del portal y
un agente se aproximaba directamente hasta nosotros. Al parecer, alguien
(seguramente, cercano a la familia de la Consejera) había llamado a la policía
y denunciado que allí estábamos “intimidando”.
Al principio, el agente nos invitó,
siempre amablemente, a retirarnos del portal (“en todo caso, pónganse enfrente
del portal, pero no en el portal”) , a lo cual –tras aclarar que hablaba a
título personal- respondí que llevaba exactamente en ese sitio cuatro meses y
medio y que de allí no me movía, pues estaba ejerciendo mi derecho a estar en
la vía pública y a la libre expresión. Respecto de “intimidar”, volví a
preguntar –enseñando el cartel- si no estaban más intimidados por la política
de recortes de la Consejera el profesorado, las familias y los niños que
padecían sus recortes salvajes.
Llegamos a un acuerdo: quedarnos en el
portal, pero en sus flancos, sin ocupar el espacio del portal. Yo me quedé
donde estaba, hablando con el agente, y Marga y Marisol se fueron al otro lado
del portal. Hasta ellas se acercaron varias personas, algo exaltadas, para
apoyar y denunciar lo que estaban presenciando. Al verlo, los agentes –otro más
se había acercado- me preguntaron si es que esperábamos a más gente. “Son ustedes
lo que están llamando la atención, por eso se acerca la gente”, respondí.
Me pidieron el carné y teléfono de
contacto. A Marga y Marisol les pidieron solo verbalmente sus datos. “Eso es
todo”, concluyó el agente que primero se había acercado. “¿Me permite antes una
pregunta personal?”, le dije. Asintió con la cabeza. “¿Tiene usted familiares
en la escuela?”, volví a preguntar. “Tengo dos hijos estudiando”, respondió el
agente. Y se despidieron.
Antes me comunicaron que a la denuncia
siguiente las medidas y sanciones serían muy distintas. Me recordaron las
sanciones y un juicio que recayeron sobre algunos miembros de Marea Verde por
haber revestido una farola con tuppers unos portales más allá (se confundieron
de portal) como protesta por los recortes en comedores escolares.
Antes de la llegada de la policía tuve el
placer de saludar a Manuela, una amiga de mi madre y mía desde hace años. El placer
aún se multiplicó más cuando vi a Virginia, una maravillosa ex alumna mía,
ahora estudiante de Psicología, que con su novio Javier, habían presenciado
toda la escena policial. Nos hicimos esta foto, incumpliendo por unos segundos el acuerdo con la policía al ocupar todo, todito el portal.
Hasta mañana, que ¿puede traer sorpresas...?
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