Hoy ha habido una gran música ambiental
porque se han puesto a arreglar algunas baldosas sueltas del pavimento de la
calle Alfonso I, peatonal. Como una imagen vale por mil palabras, aquí está la
fotografía de Marga y el perroflauta en el portal de la Consejera con la
orquesta sinfónica de la calle Alfonso por medio.
+ Primer
encuentro con el mundo de la transcendencia. Un anciano (pantalón gris,
camisa blanca y una cruz de madera colgando del cuello), con seguridad
sacerdote católico, se ha parado ante el cartel del perroflauta y lo ha estado
leyendo parsimoniosamente.
- Cura. Vaya, ¿qué pasa con esos
recortes?
- Perroflauta. Ya ve… , responde el p., mientras
señala los datos del cartel
- C. Parece que no son buenos
- P. Eso parece, sí…
- C. Algo habrá que hacer.
- P. Sí, tiene usted razón.
- C. Adiós, que tenga un buen día.
- P. Ciao, señor, igualmente.
+ Segundo
encuentro con la transcendencia.
“No tengo el gusto de conocerlo”, dice el
perroflauta a una señora que exclamó, al verlo, que, gracias a dios, hubiese
gente tan perseverante como el perroflauta. La señora iba a visitar, como todos
los jueves, a la virgen del Pilar. El perroflauta la saludaba cordialmente cada
semana. Pero aquel “no tengo el gusto de conocerlo” fue decisivo. El perroflauta no tenía el gusto de conocer a
su dios y perdió casi todos los puntos de valoración positiva de la señora,
cuyo rostro denotaba desencanto, y desde entonces, esa bondadosa y piadosa
señora primero le saludó de pasada, de soslayo. Ahora, ha desaparecido. Imagine
no religión…
+ Tercer encuentro con la transcendencia.
A las 10,30 de la mañana, antes de hacer su aparición los operarios para
arreglar el pavimento, el perroflauta se ha encontrado con una pavorosa y
estremecedora visión, en medio de la calle. Eran mujeres musulmanas, forradas
de trapos y sayas como tantas y tantas otras monjas católicas que pasan cada día
delante del perroflauta:
Lo dicho.
Imagine no Religion.
Menos mal que, de vuelta, me he encontrado con Adriana, una niña preciosa de 4º de Primaria, plena de lucecitas de colores en su vestido y sobre todo en sus ojitos vivarachos y dulces, ¡Felices vacaciones, Marian y Adriana!
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