“Crece
el rumor de un inminente ataque a Siria por parte de la OTAN de Estados Unidos
(denominada arteramente también “comunidad internacional” o “fuerzas aliadas)”,
me comenta Juan de Mairena nada más llegar al portal de la Consejera.
“Sí”,
le contesto, “todo se debe a que, al parecer, más de un centenar de civiles
sirios murieron por el uso de armamento químico en la contienda. Obama,
Cameron, Hollande y unos cuantos gobernantes más han mostrado su preocupación y
no han albergado dudas sobre la autoría del delito: el régimen militar sirio,
aunque no se tienen datos probatorios de semejante acusación. El hecho unánime
es, sin embargo, que todos coinciden en la conveniencia del ataque. La ONU y el
ex inspector de la ONU en Irak, Flix, se desgañitan abogando por el diálogo y
por la concertación de un acuerdo en el Consejo de Seguridad, pero la ONU está
muerta, pues a los policías del mundo, USA y los poderes que subyacen bajo esa
sigla, no les interesa otra cosa que ir consolidando sus intereses
geoestratégicos y económicos”, acabo.
Entonces,
hace su aparición súbitamente Bertrand Russell, que interviene en el acto, sin
mediar saludo alguno: “Tenéis razón en lo que decís, coincido con vosotros. No
obstante, queda pendiente, antes de cualquier ataque, la pregunta del millón:
si tan horrible y deleznable es el uso de las armas químicas, ¿quién las posee
y las suministra?. Cuando, por ejemplo, en abril del año 1997 entró en vigor la
Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el
Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas y sobre su Destrucción (OPAQ)
Estados Unidos y la Federación Rusa contaban con casi el 95% de las armas
químicas del planeta. Sin embargo, los gendarmes del mundo decidieron que eso
no era un delito ni una decisión contra la humanidad. ¿No os parece que este
hecho va contra la lógica más elemental?”, acaba preguntando Russell.
“Pues
sí…”, logramos decir Juan de Mairena y yo.
“Según
un informe de la BBC”, Bertrand Russell saca unas cuartillas escritas a mano
del bolsillo de su chaqueta y prosigue con su perorata, “de los 188 países
miembros de la OPAQ, siete han reconocido en estos últimos 15 años contar con
armamento químico: Estados Unidos, Rusia, India, Albania, Irak, Libia y una
nación que solicitó ante la organización permanecer en el anonimato. Éste
último país, junto con India y Albania, destruyeron estas armas en su totalidad”.
Al parecer, utilizar armas químicas es delito, pero fabricarlas, almacenarlas y
venderlas, no. Estados Unidos y Rusia han destruido parte de su arsenal de
armas químicas, pero siguen siendo los máximos poseedores y suministradores (si
ir más lejos, USA suministró al Irak de Sadam Hussein que utilizó sin grandes
problemas contra la población kurda y en la guerra librada contra Irán, amén de
utilizar masivamente herbicidas como defoliantes durante la guerra de Vietnam,
con graves consecuencias para la salud de la población)”.
Bertrand
Russell hace una pequeña pausa y continúa hablando:
“Hay
también seis países que no han firmado la Convención en contra de las armas
químicas: Siria, Egipto, Angola, Corea del Norte, Somalia y Sudán del Sur. Y,
lagarto lagarto, dos naciones sí firmaron este documento en 1993 pero no lo
ratificaron luego: Israel y Birmania, lo que significa que estos países no
permiten a la OPAQ verificar la existencia o no de armamento químico en su
territorio”.
Aunque parezca mentira, se mete
entre todos nosotros León Tolstoi, en el que percibo que su barba está más
crecida que nunca. “¿Me permitís que os lea un cuento que escribí hace ya mucho
tiempo? Se titula ‘Iván, el Imbécil’. Dice así:
“El viejo diablo declaró al
pueblo que todos los imbéciles deberían inscribirse como soldados, y que
cuantos se negaran a hacerlo serían condenados a muerte.
Los imbéciles acudieron a casa
del voivoda.
- Nos dices -exclamaron- que
si nos negamos a ser soldados, el zar nos matará; pero no nos dices lo que se
hará de nosotros cuando seamos soldados. Parece que también se les mata.
- Así sucede, en efecto.
Al oír los imbéciles esta respuesta,
se obstinaron en su negativa.
- No seremos soldados
-gritaban-; preferimos que nos maten en nuestra casa, ya que de todos modos nos
han de matar”.
Todos quedamos en silencio. “Vivimos en un mundo bastante
complicado”, concluye el perroflauta, saliendo de su ensimismamiento. Mi compañero
y amigo Toni me envía desde Valencia este vídeo que clarifica mucho la situación.
Os recomiendo su visionado. Serán solo 15 minutos”.
“Una vez la Administración de Educación y
Ciencia me quitó el importe de un día de sueldo porque me negué a dar clase el
mismo día que comenzaban los bombardeos y la invasión de Irak a fin de salvar a
la humanidad de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein”, dije. Pero
ya todos se habían marchado en todas direcciones por la calle Alfonso I de
Zaragoza. Yo volví a casa con Marisol y Marga que habían estado también en el
portal de la Consejera aragonesa de Educación.
Hasta mañana.
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