Jornada
plana, con pocas cosas que reseñar. Marisol, compañera gratificante de la
última hora ante el portal. El perroflauta es interpelado: “Pero en resumidas
cuentas, qué quieres, que pides?”. Y el perroflauta trata de explicar que él no
pide nada, que solo pide quien carece de algo que otro tiene, pero el
perroflauta motorizado tiene ya lo que pone de manifiesto cada mañana en su
cartel y los otros deben preguntarse si son ellos quienes carecen de lo que
ofrece el perroflauta o simplemente les
importan un rábano el mensaje y el mensajero.
El
perroflauta se limita a mostrar, a manifestar, a poner de manifiesto un Sí grande a la escuela pública y un No rotundo
a los recortes en educación. Cada persona que se cruza con el perroflauta en la
calle queda interpelada e invitada a sumarse al
acto cotidiano de desnudar cada día su rostro y su alma, para que resten
siempre dignos.
Hablando
de pedir, recuerdo que repartían en el colegio huchas que representaban a
indios (al estilo sioux), negros (aro en la nariz), chinos (sombrero típico y
coleta) y gente exótica en general: había que pedir por ellos, pedir unos
céntimos, porque allá a lo lejos pasaban hambre y apenas tenían de nada,
mientras “nosotros vivíamos bien”. Mi madre, por entonces de Acción Católica,
repartía entre los españoles pobres leche en polvo y queso procedentes de
Yankilandia. Ah, pero éramos superiores porque contábamos con Viriato, don
Pelayo y Santiago Apóstol. Carecíamos de derechos humanos y de libertad, pero
nos acostumbraron a pedir por “los infieles”, para que nunca se nos pasara por
la cabeza pensar en nuestra propia miseria.
Ahora
ha vuelto la humillación para los patriotas de cartón piedra, aunque se nieguen
a reconocerla: el hambre también está aquí, las carencias están también aquí, los
perroflautas están aquí, los pobres están también aquí. Vivimos en un país, en
una zona supuestamente rica donde una parte pequeñita de privilegiados (el 1%
del 1% en expresión de Susan George) vive
maravillosamente bien acumulando sin parar dinero y riqueza, expoliando al
resto de la población, cada vez más empobrecida, devastando la Tierra y sus
recursos.
Cada
vez son más las personas que no son indias ni chinas ni negras que carecen de
alimento, de casa, de escuela, de asistencia sanitaria y hospitalaria, de agua potable… El
“Tercer Mundo” está también aquí, en mi ciudad, en los sintecho, payasos,
títeres y gente anónima que habita en mi ciudad, que pasea por esta calle
Alfonso. Los hemos llamado salvajes e incivilizados, les hemos vendido la
libertad y la democracia, a la par con un arsenal de armas para que se fueran
matando los unos a los otros. Ahora nuestra democracia está en manos de unos
irresponsables que esquilman nuestros derechos, que arrebatan el trabajo y la
vivienda para poder vivir dignamente, que desatan guerras preventivas. Son
autoridades ilegítimas, raramente elegidas por la ciudadanía (¿quién ha elegido, por ejemplo, a la
presidenta del FMI o al Comisario
Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rhen?), que nos imponen dictatorialmente sus reglas
de juego, sus medidas conducentes al desempleo, a la austeridad, al sufrimiento
de la población y pérdida de aquello que la clase trabajadora conquistó a lo
largo del último siglo y medio.
El
perroflauta canturreó esta mañana a Marisol “Palabras para Julia”. Para hacer
justicia a Goytisolo y a Paco Ibáñez, aquí está bien cantada:
Hasta
mañana.
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