viernes, 30 de agosto de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 66

El perroflauta no da crédito a lo que está viendo, al llegar, en el portal de la Consejera: Luis, su compañero, amigo y hermano Luis, está allí, sonriente, un cigarrillo en una mano y un cartel en la otra (“Vida digna, muerte digna”, pone el cartel). “¡Creía que nos habíamos despedido ayer en la estación!”, exclama el perroflauta. “Ya ves, aquí estoy, y también allí”, contesta Luis, sonriendo.

Luis, Luis Montes, es un luchador infatigable por la libertad de los seres humanos en la vida y en la muerte y por la dignidad en el vivir, el convivir y el morir. Es presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente y el perroflauta lo quiere, lo admira y te está muy agradecido por mantenerse en lo que es y lo que hace. En el libro “El caso Leganés” (ed. Aguilar) cuenta cómo la derecha más recalcitrante del país y Madrid se opuso con malas artes a dejar la vida y la muerte de cada persona en los brazos de su propia libertad y responsabilidad. Pero Luis no rebló.
“Ya en el mundo greco-romano”, el perroflauta advierte que Séneca está hablando con Luis,  “incluso quitarse la vida era un acto honorable, racional y legalmente admitido, pero no les estaba permitido a los esclavos, los condenados a muerte y los soldados, pues solo el amo correspondiente era el dueño y señor de sus vidas. En otras palabras, no podía disponer de su vida quien no era libre. Yo mismo decidí acabar mi vida en el momento que decidí. Fue uno de los actos más honorables y sentidos de toda mi existencia”, sigue contándole Séneca a Luis.
Sonaba la Parte Primera de la Pasión según san Juan de Bach (una maravilla…)
cuando el perroflauta se hizo a la idea (perspicaz que es él…) de que hoy el tema iba a ser la dignidad y la libertad en la vida y en la muerte. “Hasta la marca de mi silla de ruedas es ‘Ser Libre’”, pensó, divertido.
Séneca y Luis seguían hablando sin parar, con pasión y calma al mismo tiempo. “Libres para la muerte y libres en la muerte, se muere amando a la vida, afirmando con la misma pasión lo humano y lo terreno. Por eso mismo es tan deseable el morir donde sigue brillando la fuerza de la vida, ya que, de lo contrario, se habrá malogrado hasta el morir mismo”, comentaba Luis, a lo que Séneca añadió: “Sí, la muerte libre. La vida libre. La misma dignidad en el vivir y en el morir. El derecho a decidir libre y responsablemente mi vivir y mi morir, sin que nadie usurpe o suplante jamás ese derecho. Como escribe el maestro Epicuro, ‘nada hay temible en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no vivir’”
Bach había acabado, y el perroflauta interrumpió la conversación preguntando a Luis qué música prefería escuchar en aquellos momentos. Se quedó algo sorprendido, cuando Luis le pidió el tango Mi corazón mirando al Sur. “Ya verás qué letra más sugerente tiene este tango”, agregó, “lo del Sur no es casual”.
Mientras sonaba  el tango, se humedecieron los ojos del perroflauta, y se puso a pensar: 
“El derecho a una muerte digna es la continuación natural del derecho a una vida digna”.
“El fundamento del derecho a una muerte digna es el derecho inalienable que cada persona tiene a disponer libre y responsablemente de su propia vida”.
“Solo la libertad de conciencia de cada persona debe decidir el momento y las circunstancias de su muerte digna”.
“Ninguna institución o ideología están legitimadas para suplantar o anular la conciencia, la libertad y el derecho de cada persona a decidir y disponer sobre su propia vida y su propia muerte”.
“Soy un ser de la naturaleza, soy una mota de polvo de estrellas entre el rayo y la nube, la tempestad y el paisaje descrito por Beethoven en la Sexta, la hormiga, la galaxia, el quark, las estaciones, la lluvia, el deseo, el niño que veo columpiarse desde la ventana… Estoy sometido a los mismos ciclos, a los mismos trances, a la inmensa potencia de encenderse y de apagarse del cosmos desde hace millones de años, de comenzar y de cesar, de sucumbir y sobrevivir, a esa voluntad de poder de la que habla Nietzsche, a la voluntad de vivir descrita por Schopenhauer. Heidegger, al que tanto debo, que tanto me ha ido enseñando desde mi juventud, creo que está equivocado cuando resuelve que el ser humano es un ser-para-la-muerte. Una cosa es que la entropía deje claro que todo se deteriora y acaba, y otra bien distinta que el objetivo que otorga sentido último a mi existencia sea morir. Basta recordar a mi madre, a tantos otros amigos que ya no están”.
“Respiro, bebo, amo y me sostengo cada instante en la voluntad de existir por amor a la vida. Quien no teme morir ama incondicionalmente vivir. De ahí que sea radicalmente ajeno a la vida que la obliguen a pervivir. Soy libre, soy dueño de mis actos y errores, de mis sueños y luchas, decido si y cómo y hasta cuándo existir. Estoy en mis manos y mi obligación fundamental es vivir bien. Mi responsabilidad ética final estriba en qué estoy haciendo de mi vida, también qué hago de y con los demás”.
Acabó el tango. Sonó el teléfono. Begoña, su hija, estaba de vuelta, ya en el aeropuerto de Barajas. Y el perroflauta notó que el día se hacía más claro y más cálido. 
¡Hasta pronto, Bego! ¡Un beso grande!
Acaba hoy la 13ª semana consecutiva en el portal de la Consejera de Educación.
Hasta el próximo día.

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