Luis, Luis Montes, es un luchador
infatigable por la libertad de los seres humanos en la vida y en la muerte y
por la dignidad en el vivir, el convivir y el morir. Es presidente de la
Asociación Derecho a Morir Dignamente y el perroflauta lo quiere, lo admira y
te está muy agradecido por mantenerse en lo que es y lo que hace. En el libro “El
caso Leganés” (ed. Aguilar) cuenta cómo la derecha más recalcitrante del país y
Madrid se opuso con malas artes a dejar la vida y la muerte de cada persona en
los brazos de su propia libertad y responsabilidad. Pero Luis no rebló.
“Ya en el mundo greco-romano”, el
perroflauta advierte que Séneca está hablando con Luis, “incluso quitarse la vida era un acto honorable,
racional y legalmente admitido, pero no les estaba permitido a los esclavos,
los condenados a muerte y los soldados, pues solo el amo correspondiente era el
dueño y señor de sus vidas. En otras palabras, no podía disponer de su vida
quien no era libre. Yo mismo decidí acabar mi vida en el momento que decidí.
Fue uno de los actos más honorables y sentidos de toda mi existencia”, sigue
contándole Séneca a Luis.
Sonaba la Parte Primera de la Pasión
según san Juan de Bach (una maravilla…)
cuando el perroflauta se hizo a la idea
(perspicaz que es él…) de que hoy el tema iba a ser la dignidad y
la libertad en la vida y en la muerte. “Hasta la marca de mi silla de ruedas es
‘Ser Libre’”, pensó, divertido.
Séneca y Luis seguían hablando sin parar,
con pasión y calma al mismo tiempo. “Libres para la muerte y libres en la
muerte, se muere amando a la vida, afirmando con la misma pasión lo humano y lo
terreno. Por eso mismo es tan deseable el morir donde sigue brillando la fuerza
de la vida, ya que, de lo contrario, se habrá malogrado hasta el morir mismo”,
comentaba Luis, a lo que Séneca añadió: “Sí, la muerte libre. La vida libre. La misma dignidad en el
vivir y en el morir. El derecho a decidir libre y responsablemente mi vivir y
mi morir, sin que nadie usurpe o suplante jamás ese derecho. Como escribe el
maestro Epicuro, ‘nada hay temible
en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no
vivir’”
Bach
había acabado, y el perroflauta interrumpió la conversación preguntando a Luis
qué música prefería escuchar en aquellos momentos. Se quedó algo sorprendido, cuando
Luis le pidió el tango Mi corazón mirando al Sur. “Ya verás qué letra más
sugerente tiene este tango”, agregó, “lo del Sur no es casual”.
Mientras sonaba el tango, se humedecieron los ojos del
perroflauta, y se puso a pensar:
“El derecho a una muerte digna es la
continuación natural del derecho a una vida digna”.
“El fundamento del derecho a una muerte
digna es el derecho inalienable que cada persona tiene a disponer libre y
responsablemente de su propia vida”.
“Solo la libertad de conciencia de cada
persona debe decidir el momento y las circunstancias de su muerte digna”.
“Ninguna institución o ideología están
legitimadas para suplantar o anular la conciencia, la libertad y el derecho de
cada persona a decidir y disponer sobre su propia vida y su propia muerte”.
“Soy
un ser de la naturaleza, soy una mota de polvo de estrellas entre el rayo y la
nube, la tempestad y el paisaje descrito por Beethoven en la Sexta, la hormiga,
la galaxia, el quark, las estaciones, la lluvia, el deseo, el niño que veo
columpiarse desde la ventana… Estoy sometido a los mismos ciclos, a los mismos trances,
a la inmensa potencia de encenderse y de apagarse del cosmos desde hace
millones de años, de comenzar y de cesar, de sucumbir y sobrevivir, a esa
voluntad de poder de la que habla Nietzsche, a la voluntad de vivir descrita
por Schopenhauer. Heidegger, al que tanto debo, que tanto me ha ido enseñando desde
mi juventud, creo que está equivocado cuando resuelve que el ser humano es un
ser-para-la-muerte. Una cosa es que la entropía deje claro que todo se
deteriora y acaba, y otra bien distinta que el objetivo que otorga sentido
último a mi existencia sea morir. Basta recordar a mi madre, a tantos otros
amigos que ya no están”.
“Respiro,
bebo, amo y me sostengo cada instante en la voluntad de existir por amor a la
vida. Quien no teme morir ama incondicionalmente vivir. De ahí que sea
radicalmente ajeno a la vida que la obliguen a pervivir. Soy libre, soy dueño
de mis actos y errores, de mis sueños y luchas, decido si y cómo y hasta cuándo
existir. Estoy en mis manos y mi obligación fundamental es vivir bien. Mi
responsabilidad ética final estriba en qué estoy haciendo de mi vida, también
qué hago de y con los demás”.
Acabó
el tango. Sonó el teléfono. Begoña, su hija, estaba de vuelta, ya en el
aeropuerto de Barajas. Y el perroflauta notó que el día se hacía más claro y
más cálido.
¡Hasta pronto, Bego! ¡Un beso grande!
Acaba
hoy la 13ª semana consecutiva en el portal de la Consejera de Educación.
Hasta
el próximo día.
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