Publicado hoy en El Periódico de Aragón
Debido a las
protestas y las demandas populares, Chadli
Benjedid, presidente de Argelia en un sistema de partido único (FLN, Frente
Nacional de Liberación) abrió la mano al multipartidismo, convocando unas
elecciones legislativas en 1991, que el FIS (Frente Islámico de Salvación) ganó
por amplia mayoría (228 escaños de 430 posibles). Ante estos resultados, el
ejército, apoyado por el FLN, Francia y una buena parte de las potencias
occidentales, no reconoció los resultados electorales, disolvió el FIS y para “preservar
las libertades democráticas” perpetró un golpe de Estado, dejando en el país
una fractura civil y armada que continuó hasta nuestros días.
El caso
argelino no es el único en que los poderes fácticos económicos y militares, autonombrándose
garantes y adalides del “sistema democrático”, tutelan el sistema de gobierno
de muchos países: paradójicamente, en algunos casos las “democracias occidentales”
ponen y deponen gobiernos según sus intereses, aun empleando medios netamente
antidemocráticos e incluso violentos, pues saben que no va a pasar nada: lo
tienen todo controlado.
Repugna en algunos casos la
hipocresía de algunas “democracias occidentales”, incluida también España, que,
por ejemplo, tachan a Cuba y Venezuela de dictaduras irredentas, mientras
actúan como si Marruecos, Arabia Saudí, Bahrein o el actual Egipto no lo fueran.
Occidente es experto en succionar la riqueza ajena a cambio de baratijas, a la
vez que continúa mercadeando con sus armas, para lo que monta las guerras y los
conflictos que hagan falta, en defensa –dicen- de la seguridad y la democracia
en el mundo. Piénsese, por ejemplo, en Irak, Afganistán, Libia o Túnez y
pregúntese a continuación en manos de quiénes está el control del crudo, el gas
y los oleoductos correspondientes.
En 1980 Estados Unidos boicoteó
los Juegos Olímpicos de Moscú seis meses antes de su comienzo, argumentando que
la presencia militar soviética en Afganistán era una invasión y violaba el
derecho internacional. 21 años más tarde iniciaban por su cuenta y riesgo el
bombardeo masivo y la invasión de Afganistán en una operación que cínicamente
denominaron “Libertad Duradera”. Salvo contadas excepciones, las críticas de
las “democracias occidentales” brillaron por su ausencia.
El 25 de enero de 2006 se realizaron elecciones parlamentarias en Palestina.
Contra pronóstico, el grupo Hamas logró una rotunda victoria (76 de 132
escaños) en el Consejo Legislativo Palestino. Aunque Al Fatah reconoció
oficialmente su derrota, Estados Unidos, Israel y la UE no aceptaron los
resultados electorales democráticamente realizados y supervisados por delegados
de la ONU ni reconocieron la voluntad popular palestina, amparándose en que
Hamas era una “organización terrorista”, aunque se hubiera presentado limpiamente
a unas elecciones democráticas. La democracia vale si y solo si conviene a las
expectativas e intereses de algunos poderes, tan pocas veces democráticos.
El 3 de julio de 2013 expiraba el
ultimátum del ejército al presidente egipcio, Mohamed Morsi, democráticamente elegido en julio de 2012,para que
dimitiera si no aceptaba las demandas de una enorme multitud en las principales
ciudades del país. Ese mismo día, el Ejército se reunía con ciertas organizaciones para ultimar los
preparativos de un golpe de Estado. En la reunión estuvieron presentes Teodoro II, patriarca de la iglesia
cristiana copta y relevantes miembros del anterior régimen corrupto de Mubarak.
Personalmente, detesto la teocracia
propugna por los Hermanos Musulmanes egipcios, pero abomino aún más de los
golpes de Estado y las dictaduras militares. Estados Unidos y buena parte de
sus acólitos, incluida España, han hecho hasta la fecha encaje de bolillos para
disfrazar la realidad del golpe militar egipcio y dar nombres falsos a crudas
realidades. Por ejemplo, los centenares de muertos cosidas a balazos por los
militares golpistas ahora en el poder. Pues bien, ante tal panorama España ni
siquiera ha suspendido la venta de armamento a Egipto, pues basta recordar que
el ministro de Defensa español, Pedro de
Morenés, ya dejó claro en octubre pasado qué es eso de democracia al
justificar cínicamente la venta de armas a países donde se produce la violación
sistemática de los derechos humanos porque “nada es perfecto en política” y es aceptable
vender armas “a cualquier país que esté en la ONU” y “tienda a una situación mejor”.
Una democracia no es sostenible si
la ciudadanía carece de comida suficiente, trabajo digno y de un techo adecuado donde vivir, si la democracia queda
reducida a depositar un voto en una urna cada cierto tiempo, de la que salen
unos gobernantes que son marionetas en manos del poder. O un votante tiene unos
medios de vida dignos y suficientes, o, de lo contrario, ese votante lo mejor
que puede hacer es no ir a votar.
Pues bien, a las grandes potencias
económicas y militares del mundo les importa un carajo cuántos seres humanos
mueren al día de hambre y de miseria, o cuántos hospitales, escuelas tienen o
la calidad del agua que beben. Quieren sus recursos, quieren controlar el mundo
por las buenas o por las malas.
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Y si algo no funciona, le
echarán la culpa a Al Qaeda.
Si eso es democracia…
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