5ª semana ante el portal de la Consejera.
Viernes. El tiempo pasa muy deprisa. El tiempo pasa muy despacio.
Jornada apacible, marcada por Cristina,
de Amasol, que me ha acompañado durante toda la mañana. He hablado por teléfono
también con Irina, alumna luchadora especial hace ya bastantes años en un
Instituto zaragozano, que me ha prometido acercarse un día.
Hoy he estado pensando en que estamos muy
acostumbrados a aislar las piezas individuales del conjunto, a detenernos en
los árboles, perdiendo de vista el conjunto del bosque. En algunos casos, esa
costumbre recibe el nombre de “especialización”, tan valorada en la actualidad.
De hecho, las personas, los grupos y las asociaciones que no muestran su
tarjeta de especialistas en algo, corren el riesgo de resultar poco
consideradas y valoradas.
Actualmente, en pleno proceso de
desmantelamiento de un modo de vivir y convivir de acuerdo con los derechos,
libertades y obligaciones conquistados
en los últimos 100 años, es enorme el número de grupos, movimientos y
asociaciones tendentes a la defensa de tales derechos y libertades, pero sin
llegar a cristalizar en una misma conjunción de metas y de acción. Sanidad,
educación, finanzas, vivienda, pensiones, medio ambiente, trabajo, etc., en
lugar de la defensa y la realización efectiva y unitaria de todos y cada uno de
los derechos y las libertades.
En la Grecia clásica existía una palabra
que compendiaba todas las cosas: logos. Mediante ella los griegos expresaban el
inefable poder del lenguaje y de la comunicación, el despliegue de las ideas,
el significado mismo de la realidad descubierto día a día por el ser humano.
Por ejemplo, Aristóteles reconoce en ese logos la capacidad de hollar el mismo
camino con otros en la búsqueda de la verdad y la virtud, además de con el
ethos (el talante o personalidad ética de una persona) y el pathos (el carácter
emocional y pasional de cada persona). Logos, ethos, pathos. La inteligibilidad
misma de la vida y del mundo, la coherencia entre el pensar y el vivir, la
fuerza apasionada de cada instante que no vuelve.
El judeocristianismo, carente de aparato
intelectual, entra cual elefante en una cacharrería apropiándose de
festividades, conceptos y costumbres, y aprovecha el concepto y la palabra
“Logos” para personalizarla en un ser superior, arrancando al logos así del
mundo y de la vida de los seres humanos. “En el comienzo, era el Logos (traducido
como Palabra, Verbo…)”, comienza el evangelio de Juan. El judeocristianismo
identifica al logos con un dios encarnado, lo cual es como no haber entendido
nada de nada. Goethe recoge en su Fausto la frase evangélica, para darle un
giro de 180 grados.
Escribe Goethe allí:
“En el principio era la Palabra (Im Anfang war
das Wort). Reflexionemos bien sobre esta frase, y que la pluma no se precipite.
¿Se refiere a esa supuesta Palabra que crea todas las cosas? ¡En tal caso,
debiera decir: “en el principio fue la Fuerza” (Kraft)!, pero tampoco
esto me resulta suficiente. De pronto veo lo claro, y ya confiado escribo: “¡En
el principio fue la Acción! (im Anfang
war die Tat)”.
Para Goethe la palabra sin acción está vacía y la acción que
no procede de la palabra pensada es ciega. En este párrafo, Goethe quiere
condensar la historia de la humanidad, la dialéctica entre el pensamiento sin
acción y la acción sin pensamiento. Voluminosas obras, brillantes tratados y
enormes bibliotecas han ido erigiéndose hasta su desaparición. La historia de
la humanidad está repleta de una buena ristra de diletantes de tanto pensar sin
hacer y de tanto hacer sin pensar.
Años más tarde, 1843, Pierre-Joseph Proudhon escribía una de
sus obras más conocidas El sistema de las contradicciones económicas
o la Filosofía de la miseria. En
esa obra refiere los grandes males que aquejan a la humanidad y los grandes
remedios que su ideología cooperativista y mutualista quiere aportar como
solución. Proudhon piensa, reflexiona, escribe, propone, hace filosofía teórica
sobre sus toneles de cervecero y sus aperos de labranza. Proudhon se afinca en
el análisis de la miseria existente en el mundo, hace filosofía de la miseria.
Cuatro
años más tarde, Karl Marx le responde duramente con su libro Miseria de la
filosofía. Respuesta a la Filosofía de la miseria, de Proudhon. A las propuestas teóricas de
Proudhon, Marx contrapone sus tesis fundamentales encaminadas a una radical transformación del mundo
mediante la acción política y social. Marx dice a Proudhon que si se limita a
filosofar sobre la miseria, esa filosofía es una miseria: la miseria de la
filosofía.
Pertenezco a varias asociaciones de diverso tipo
(económicas, laicistas, muerte digna, médicos sin fronteras, dependencia…). En
algunas de ellas veo a buenos y grandes pensadores que escriben sesudos
estudios que no puedo menos que admirar, pero sin conexión con alguna propuesta
efectiva y concreta para llevar a cabo esas propuestas. DMD, en cambio, intenta
hacer realidad lo que piensa y propone. Médicos sin Fronteras trabaja
diariamente para solventar problemas concretos. Por el contrario, de nada valen
los Manifiestos o los grandes Análisis, si a renglón seguido se deja al pairo
de cada uno qué, cómo, dónde y cuándo llevar a cabo esas ideas.
En el principio siempre es el logos. El logos necesita
desarrollarse mediante la acción. Ésta, a su vez, acaba en nada sin
ideas.
El lunes volverá el perroflauta al portal de la Consejera.
Será la 6ª semana consecutiva. Hasta ese momento, el perro dormita a su lado y la flauta recita versos bajo
los rayos del sol.
Antonio: Tener un amigo como tú es un privilegio y un honor. Más de 2 años leyendo regularmente tus escritos de perro flauta , colaboraciones en el periódico de Aragón, pensamientos y experiencias intelectuales... Estamos aprendiendo constantemente, y eso porque mola mazo ser tus amigos. Salud y Repúblika Laika. 16 Pekos.
ResponderEliminarVosotr@s dais cada día lecciones de vida y coherencia, de las que aprendemos todos los demás.
ResponderEliminarEs un honor compartir tu amistad. Prometo más acción para acompañar a mi pensamiento.
ResponderEliminarPrometo más acción que acompañe mi pensamiento.
ResponderEliminarLo mismo digo, Arturo. Contuaremos andando por el mismo camino
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