El perroflauta ha estado toda la mañana en un proceso
constante de metamorfosis y transformaciones. Durante el proceso ha saludado a muchas personas, entre ellas
Fernando, ex colega de Instituto, y
Nelu, tocador rumano de cítara por calles y locales. Nelu le ha contado
al perroflauta que está enfermo de amor, de tan enamorado que está de su mujer.
Le ha prometido que le tocará otro día ”El tercer hombre” de Anton Karas, de la
banda sonora de la película del mismo nombre. Pero debe tener cuidado, pues
corre el riesgo de pagar una multa de 60 euros o que la policía le requise la
cítara. Por si la queréis escuchar ahora:
Nietzsche ha ido acompañando tranquilamente al
perroflauta en cada una de las tres
transformaciones por las que ha pasado, y el espíritu del perroflauta ha ido
convirtiéndose así en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.
“Escribe después esto en tu Diario”, le ha aconsejado Nietzsche, y el
perroflauta se ha limitado a asentir después con la cabeza.
Camello se ha hecho el perroflauta a fin de soportar
cosas pesadas, incluso las más pesadas de todas, para su espíritu. “¿Qué es
pesado?”, preguntó el perroflauta, mientras se encorvaba para que se le pudiera
cargar bien, a la vez que su fortaleza se regocijaba. “¿Quizá humillarse”, prosiguió preguntando el
perroflauta, “para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia estulticia
para burlarse de la propia sabiduría? ¿Acaso alimentarse de las bellotas y de
la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O estar
enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que
nunca oyen lo que quieres? ¿Quizá tender la mano al fantasma cuando quiere
causarnos miedo? ¿Insinúas que con toda esa carga he de correr por el desierto,
ir a mi desierto?”
Y Nietzsche respondió al perroflauta: “En león vas a
transformarte ahora y aquí, en el portal de la Consejera de Educación de esta
tierra, si es que quieres conquistar tu libertad y ser señor de y en tu propio
desierto. Reconoce a tu adversario, perroflauta, reconoce al gran dragón. Mira
sin miedo al gran dragón al que no quieres seguir llamando señor ni dios. Su
nombre es tú
debes. Ahora ya te llamas también yo quiero. Tú debes te cierra el paso, en cada
una de sus escamas brilla como oro la inscripción “¡Tú debes!”. El gran dragón
pretende convencerte de que todos los valores han sido ya creados y de que no está
permitido que haya ningún ¡Yo quiero!. Así habla el dragón, perroflauta”,
dijo Nietzsche.
El
perroflauta se quedó pensando que, tras convertirse en camello, una bestia de
carga, que renuncia a todo y es respetuosa, como león podía ya crear valores
nuevos, crearse libertad para un nuevo crear, oponerse con un feroz NO al
respeto absoluto y a la obediencia ciega al deber y a la ley. El esfuerzo había
merecido la pena: ya se había transformado en león.
“Pero dime,
perroflauta,” –dijo Nietzsche, interrumpiendo sus pensamientos, “¿qué
es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león puede hacer? ¿Por qué el león
tiene que convertirse todavía en niño? Un niño vive y juega por encima de las
reglas y las convenciones, él es capaz de inventar y crear sus propias reglas,
normas y valores. Inocencia es el niño, un nuevo comienzo, un juego, una rueda
que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un incondicional decir Sí, perroflauta. Para el juego del crear se precisa un inocente
decir SÍ: quiere, ama, desea, lucha, espera, sueña, rompe, haz lo que quieres
porque solo en eso consiste lo que debes. Haz caso, perroflauta. Permanece
siempre, así, convertido en niño”.
Tres
transformaciones del perroflauta han acaecido esta mañana en el portal de la
Consejera. Su espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el
león, por fin, en niño.
Hasta el
lunes. Novena semana ya consecutiva en el portal de la Consejera de Educación,
Dolores Serrat, del Gobierno de Aragón,
presidido por Luisa Fernanda Rudi.
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