viernes, 26 de julio de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 41



El perroflauta ha estado toda la mañana en un proceso constante de metamorfosis y transformaciones. Durante el proceso  ha saludado a muchas personas, entre ellas Fernando, ex colega de Instituto, y  Nelu, tocador rumano de cítara por calles y locales. Nelu le ha contado al perroflauta que está enfermo de amor, de tan enamorado que está de su mujer. Le ha prometido que le tocará otro día ”El tercer hombre” de Anton Karas, de la banda sonora de la película del mismo nombre. Pero debe tener cuidado, pues corre el riesgo de pagar una multa de 60 euros o que la policía le requise la cítara. Por si la queréis escuchar ahora:
Nietzsche ha ido acompañando tranquilamente al perroflauta  en cada una de las tres transformaciones por las que ha pasado, y el espíritu del perroflauta ha ido convirtiéndose así en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. “Escribe después esto en tu Diario”, le ha aconsejado Nietzsche, y el perroflauta se ha limitado a asentir después con la cabeza.
Camello se ha hecho el perroflauta a fin de soportar cosas pesadas, incluso las más pesadas de todas, para su espíritu. “¿Qué es pesado?”, preguntó el perroflauta, mientras se encorvaba para que se le pudiera cargar bien, a la vez que su fortaleza se regocijaba.  “¿Quizá humillarse”, prosiguió preguntando el perroflauta, “para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia estulticia para burlarse de la propia sabiduría? ¿Acaso alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que quieres? ¿Quizá tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo? ¿Insinúas que con toda esa carga he de correr por el desierto, ir a mi desierto?”
Y Nietzsche respondió al perroflauta: “En león vas a transformarte ahora y aquí, en el portal de la Consejera de Educación de esta tierra, si es que quieres conquistar tu libertad y ser señor de y en tu propio desierto. Reconoce a tu adversario, perroflauta, reconoce al gran dragón. Mira sin miedo al gran dragón al que no quieres seguir llamando señor ni dios. Su nombre es tú debes. Ahora ya te llamas también yo quiero. Tú debes te cierra el paso, en cada una de sus escamas brilla como oro la inscripción “¡Tú debes!”. El gran dragón pretende convencerte de que todos los valores han sido ya creados y de que no está permitido que haya ningún ¡Yo quiero!. Así habla el dragón, perroflauta”, dijo Nietzsche.
El perroflauta se quedó pensando que, tras convertirse en camello, una bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa, como león podía ya crear valores nuevos, crearse libertad para un nuevo crear, oponerse con un feroz NO al respeto absoluto y a la obediencia ciega al deber y a la ley. El esfuerzo había merecido la pena: ya se había transformado en león.
“Pero dime, perroflauta,” –dijo Nietzsche, interrumpiendo sus pensamientos,    “¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león puede hacer? ¿Por qué el león tiene que convertirse todavía en niño? Un niño vive y juega por encima de las reglas y las convenciones, él es capaz de inventar y crear sus propias reglas, normas y valores. Inocencia es el niño, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un incondicional decir Sí, perroflauta.  Para el juego del crear se precisa un inocente decir SÍ: quiere, ama, desea, lucha, espera, sueña, rompe, haz lo que quieres porque solo en eso consiste lo que debes. Haz caso, perroflauta. Permanece siempre, así, convertido en niño”.
Tres transformaciones del perroflauta han acaecido esta mañana en el portal de la Consejera. Su espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.

Hasta el lunes. Novena semana ya consecutiva en el portal de la Consejera de Educación, Dolores Serrat,  del Gobierno de Aragón, presidido por Luisa Fernanda Rudi.


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